Capitulo 10.

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Esa noche Astrid no logro conciliar el sueño, se preguntaba ¿como es que había tenido tanta suerte de encontrar a Angelo?, ¿como había sido que alguien como ella había logrado llamar la atención de un chico como Angelo? .
No encontró respuestas a esas preguntas más sin embargo se prometió que no dejaría que Angelo la abandonara, haría cualquier cosa que él deseara, se convertiría en la chica que él deseaba y sin darse cuenta se estaba convirtiendo a voluntad propia en el títere de Angelo.

Esa mañana no recibió los buenos días de Angelo como lo hacían siempre desde que se habían conocido, se sintió un poco desanimada pero se decía a sí misma que todo estaba bien entre ellos dos, él propio Angelo lo había dicho ella era suya.

Cuando bajo las escaleras lo menos que esperaba encontrarse se encontraba ahí, en uno de los sillones en compañía de su madre.

—¿Que haces aquí?.– Astrid se encontraba confundida.

El chico de cabellos caoba y grandes lentes la miro con una espléndida sonrisa, Astrid no noto que en las piernas del chico descansaba una caja lila con un listón blanco. —Mis padres tuvieron un imprevisto con su trabajo y debido a eso regresamos antes, aún queda una semana para disfrutar antes de que regresemos al tormento llamado escuela.– el chico se encontraba confundido al ver que ella permanecía en su lugar sin moverse y la sonrisa de este decayó a su vez se levantó del sofá dejando la caja sobre la mesa de cristal.— ¿No extrañaste a tu mejor amigo?.

Al escuchar estas palabras algo dentro de Astrid despertó y tomando impuso se abalanzó hasta estar con el sosteniéndola de las piernas mientras esta se encontraba con sus piernas sobre la cintura de él, lo abrazaba como si hubieran pasado siglos que no se veían y habían sido apenas tres semanas.

—Astrid... me estás asfixiando.– sin darse cuenta por la emoción había estado ejerciendo demasiada fuerza sobre el cuello de este.

Astrid de manera lenta se bajo de la cintura de este y aún con la emoción a flor de piel condujo escaleras arriba. Cuando se encontraban a mitad de camino los detuvo la voz de Rose.

—Astrid sabes que no es muy normal el que una madre deje que su hija esté metiendo hombres a su habitación.– la voz de Rose trataba de sonar seria pero no lo lograba ni un poco.

Astrid asomando la cabeza por la baranda de las escaleras le dedicó una sonrisa.— Es David, él mismo chico que entra a mi habitación desde que tenía siete.– e ignorándola condujo a David a su habitación.

Ya estando dentro se sentó rápidamente sobre la cama aún sin tender, y David se sentó a su lado con una sonrisa viendo todo a su alrededor, casi nada había cambiado a excepción de un jarrón con rosas blancas que reposaba en la cómoda bajo la televisión.

—¿Dime qué tal les fue en España?.– Astrid lucía entusiasmada de que David le contara acerca de su viaje.

—Es hermoso, muy hermoso. La arquitectura de ese lugar es otro nivel.– David recordó con anhelo la ciudad, al el querer ser arquitecto esas edificaciones era algo que él quería llegar a asemejar.– La comida es deliciosa y la gente es muy amable. En verdad te lo digo Astrid tienes que salir de este lugar, conocer mucho más. No puedes conformarte con vivir toda tu vida en los suburbios.

Todo iba tan bien hasta que él dijo eso.

Astrid se mordió el labio de manera nerviosa y a su vez mirando a cualquier otro lado.

David ladeó un poco la cabeza al ver la reacción de Astrid y dando un suspiro reacomodo sus anteojos mirando con cansancio a Astrid para después comenzar a hablar.— ¿Es enserio?, hablamos de esto hace mucho Astrid, nos iríamos de este jodido lugar, recorreríamos el mundo. Te conozco Astrid y tú no eres el tipo de chica que se conforma con lo que tiene. Ambos queremos más, mucho más que vivir en casas perfectas con matrimonios que poco a poco se van destrozando.

Astrid volteo su cabeza un poco, lo suficiente para poder ver a David y se sintió terrible por su indecisión.

—Se que hablamos de esto y que prácticamente hicimos un mapa de cuáles lugares visitaríamos primero pero.– Cuando Astrid observó la expresión que surcaba el rostro de David solo se sintió peor.— Entiéndeme por favor, yo no puedo dejarlos. Son mis padres y él abandonarlos para irme a buscar un futuro incierto no es la mejor forma de agradecerles.

David se levantó rápidamente de la cama, casi como si esta quemara. Astrid al verlo sintió un ardor en su pecho.

—Astrid tienes que entender que tus padres no desean el que te quedes con ellos para siempre, ellos saben que en algún momento debes de volverte independiente. Debes de vivir, ellos jamás te reprocharían el que lo hicieras.

—David, hablamos de eso hace muchos años y las personas cambian al igual que sus pensamientos, el que mis deseos ahora sean diferentes no quiere decir que son malos o mediocres.

David suspiró viendo a su gran amiga con duda, preguntándose si esta decía la verdad.

—Astrid sabes que te amo y que siempre querré lo mejor para ti, si tus deseos ahora son quedarte en este lugar lo aceptaré, solo deseo que tú seas feliz.

Astrid sonrió aliviada de que su amigo la comprendiera y sabiendo que todo continuaba igual lo abrazó con fuerza.

—Olvide decírtelo pero te traje un regalo.– David acariciaba con cariño el cabello de Astrid.

Astrid levantó su cabeza que se encontraba hundida sobre el cuello de David y alejándose unos centímetros lo miro al rostro.

—¿Que me compraste?.– Astrid adoraba los regalos, no porque fuese algo material sino el hecho de saber que una persona pensó en ella y en sus gustos dándose la molestia de buscar un obsequio por mínimo que fuera.

—Ven, te lo mostraré.

David tomó por la mano a Astrid y guiándola hasta las escaleras comenzaron a descender hasta llegar a la sala de estar que ya se encontraba vacía. Rose se había marchado a la cocina pocos minutos después de que ellos se marcharan a la habitación de Astrid.
David soltó la mano de Astrid para tomar la pequeña caja que había olvidado sobre el sofá.

—Espero te guste, Emma me ayudo a escogerlo.– extendió la caja hacia Astrid quien no dudó en tomarla.

Admiro con una sonrisa la bella caja de color lila y con delicadeza desató el listón blanco que la protegía, quitando la tapa superior descubrió un bello vestido de color rojo con lunares negros, tenía una manga de tres cuartos la cual al llegar a los codos caía en forma de campana, el vestido no era muy corto, llegaba tres dedos arriba de sus rodillas. Astrid tocó con cuidado la tela del vestido y se sintió muy agradecida con David.

—Es hermoso, me encanta. Muchas gracias.– y por tercera vez en menos de una hora volvieron a abrazarse.

Ambos se apartaron al escuchar pasos en la habitación, encontrándose con Rose quien muy sonriente traía consigo a un Angelo que no lucía para nada contento.

—¿Interrumpimos algo?.




Holaa, enserio me siento fatal por ausentarme tantos días. Últimamente mi salud no ha andado muy bien y he tenido bloqueos horribles. Enserio me he sentido muy desanimada al grado de considerar el borrar la novela pero me he sabido controlar.

En fin, lamento el capituló tan corto y solo quería decirles que dentro de poco ya comenzará la acción.

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora