Capitulo 29.

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El ambiente en aquella habitación se percibía tenso, todo estaba inundado de un gutural silencio, que apenas y era interrumpido por los ligeros sollozos que emitía la fémina que aún seguía tirada sobre el suelo, incapaz de levantarse o siquiera adoptar otra posición, toda ella se sentía adolorida hasta los huesos.

Una vez que el ardor de su espalda disminuyo dio paso al lacerante dolor sobre sus costillas, por un momento considero que le había roto alguna, pero después tomo consciencia de que si le hubiera fracturado algún hueso el dolor seria insoportable, le dolía, pero era un dolor soportable.

Angelo la observaba de pie junto a la ventana, sobre sus dedos sostenía un cigarrillo al que le daba caladas para después dejar escapar el humo, le encantaba verla en aquella posición, tan lastimada, tan vulnerable, tan...suya, el sonido de sus agritos aun resonaba con fuerza en su cabeza y estos se le asemejaron al más hermoso sonido.

Se acercó a ella con pasos suaves pero decididos, una vez que estuvo junto a ella se sentó en el suelo para poder estar más a su nivel, Astrid se limitaba a verlo con ojos cansados e hinchados por el llanto.

—Lamento verte en este estado princesa, pero necesitabas aprender que no me puedes mentir, no me gustan las mentirosas. —le hablaba con tal dulzura y delicadeza que costaba creer que el había sido el causante del estado en el que se encontraba ella ahora.

Astrid no pronuncio nada.

—No puedes quedarte aquí tirada, ven vamos a levantarnos.

No espero a que Astrid hiciera algún gesto o dijera algo, solamente la tomo en brazos, cuidando de no tocar demasiado su espalda para poder ponerla de pie.

—¿Quieres sentarte o necesitas algo?

Por primera vez desde que la azoto pronuncio palabras, con la voz ronca por los gritos —Quiero ir al baño.

Angelo le dio una sonrisa —Por supuesto, te acompaño.

La tomo de la mano para dirigirla al baño, pero Astrid aparto su mano de la de su novio.

—Puedo ir yo sola.

Sin darle tiempo a que dijera algo camino de forma lenta hasta el baño de la habitación.

Una vez dentro cerró la puerta con seguro, y camino hasta estar frente al espejo.

Se horrorizo de ver lo destruida que estaba en ese momento.

Su cabello era un desastre, aquellos bucles dorados estaban enredados, su rostro estaba tan rojo como un tomate, lagrimas secas estaban sobre sus mejillas, su nariz estaba congestionada y sus ojos tan vidriosos e hinchados, su labio estaba roto y había un hilo de sangre en este. En su costado izquierdo se encontraba rojizo.

Con un poco de miedo por lo que se podría encontrar se dio la vuelta para poder verse la espalda, esta estaba pintada de rojo, y se podía apreciar con claridad donde fue depositado cada azote por el cinturón, por fortuna no había rastro de sangre.

Estaba por enjuagarse el rostro cuando lo vio.

Eran unas delgadas líneas de polvo blanco.

Astrid se alarmo al darse cuenta de lo que era, le parecía inconcebible que Angelo consumiera aquellas nocivas sustancias que poco a poco iban dañando su salud.

Camino lo más rápido que su adolorido cuerpo le permitió para confrontarlo, necesitaba que él le aclarara sobre aquello que estaba en el baño.

Al salir del baño se encontró a Angelo sentado sobre la cama, tenía la vista fija en su celular mientras tecleaba algo.

La mirada de Astrid estaba clavada en él, hasta que Angelo la elevo y se encontró con sus ojos.

—Mi amor ¿Ya estas mejor? — pregunto a la vez que caminaba hacia ella.

—Me puedes explicar la razón de que encontrara en tu baño cocaína. —su voz aún seguía ronca, pero ahora también sonaba decidida.

Angelo quien caminaba hacia ella se quedó estático en su lugar, visiblemente afectado por las palabras de la rubia.

—Astrid... princesa, déjame explicarte. —por primera vez desde que lo conoció en su voz se escuchó un deje nervioso.

—Me vas a explicar que te estas envenenando a diario y por mero placer. —Astrid se estaba alterando.

—¡Soy un completo idiota! ¿de acuerdo?, sí, me drogo de vez en cuando, pero lo puedo dejar cuando yo quiera. —Angelo sonaba tan seguro de sus palabras, aun no comprendía que él se había convertido en un esclavo de sus adicciones.

—¿Por qué entraste a ese mundo?

Angelo paso una mano sobre su cabello, revolviéndolo. —Mis padres siempre han tenido problemas, sus problemas me afectaron y busque una forma de escaparme de esta realidad.

Astrid lo miraba con seriedad y no pudo evitar sentir lastima por èl... quien la había golpeado apenas unos minutos atrás.

Una pregunta no dejaba de rondar por su cabeza y se atrevió a preguntarla.

—Dijiste que no me volverías a golpear, lo hiciste de nuevo ¿Por qué?

Angelo agacho la mirada, fingiendo estar apenado.

—Jamás te lo conté, pero padezco de trastorno bipolar, cuando me enojo suelo ser muy explosivo y no me doy cuenta de lo que estoy dañando, lamento haberte golpeado hoy, estaba muy enojado y además estaba drogado, no tenía consciencia sobre lo que estaba haciendo, en verdad te pido que me perdones.

El corazón de Astrid se estrujo al escucharlo, él estaba enfermo, no podía controlar su ira y ella solo lo hacía empeorar.

Sin darse cuenta comenzó a culparse a ella misma de que Angelo la hubiera golpeado, como si su enfermedad o estar bajo sustancias alucinógenas fuera una excusa más que valida, cuando jamás lo seria.

—Quiero cambiar Astrid, no quiero seguir haciéndote daño. Por favor ayúdame a cambiar. —Angelo miraba a Astrid con suplica, pero no suplica de que lo ayudara, sino suplica para que se quedara con él.

Los ojos de Astrid se llenaron de esperanza, creía que ella podía ayudarlo y que este cambiaría por ella.

Cuan ilusa era.

—Te ayudare, porque te amo y quiero seguir con nuestra relación.

Se apresuró a llegar hasta Angelo para poder besarlo y abrazarlo.

Los golpes que había recibido por parte de él ya no le importaban, estos pasaron a segundo plano.

Astrid no se dio cuenta de cómo Angelo la había manipulado, haciéndole sentir lastima por él para que se olvidara de la forma salvaje en que la había golpeado e inclusive haciendo que ella siguiera aún más apegada a él.





Cuando Astrid salió de aquella casa un nuevo sentimiento crecía en su interior: Esperanza.

Estaba tan esperanzada de que Angelo pudiera cambiar y pudieran llevar una relación normal, donde él no estuviera todo el tiempo sobre ella con sus celos enfermizo y sobre todo que él no la golpeara.

Astrid aun no entendía que Angelo no cambiaría por ella, porque este no lo deseaba, y no importaba con cuanto fervor lo intentara él no dejaría de ser un golpeador de la noche a la mañana.

El escozor de su espalda al momento de dormir debió de haberle abierto los ojos, pero ella estaba tan ciega que se negaba a ver la verdad.

Inclusive antes de dormir una voz en su cabeza le advirtió que su príncipe no era sino más que una bestia.

Astrid estaba tan enferma que no le importaba si se convertía en una bestia, ella lo seguiría amando aun cuando fuera una bestia.





Espero y les guste, si es así no olviden votar y comentar.

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora