Capitulo 58

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Una vez fuera de la clínica Astrid se enfrentaba a una nueva encrucijada. El camino que deseara seguir. A pesar de que deseaba quedarse en Boston, lejos de todo y de todos quienes la conocían, Astrid sabía que no podía huir de su pasado para siempre, debía de enfrentarlo, porque ya estaba cansada de correr con un pasado que siempre terminaba por encontrarla.

Rose y Mark organizaron la llegada a Australia lo mejor que pudieron con tan poco tiempo, y esa misma noche partieron de aquella ciudad que había ayudado en la misma manera en que la había destruido, Astrid se sentía culpable de dejar a Adam, pero se decía a si misma que eso era lo correcto, se lo repitió tantas veces como pudo, queriendo metérselo a la cabeza como una especie de chip, mas sin embargo cuando el avión aterrizo y el aire de Australia la recibió con familiaridad Astrid no estaba segura de sí era lo correcto, pero ya no podía echarse para atrás. Tenía que enfrentarlo.

Un taxi los recogió afuera del aeropuerto y mientras el auto iba en marcha Astrid miraba todo lo que pasaba frente a sus ojos con rapidez, esas calles, arboles, avenidas, tiendas, todo le parecía tan familiar y a la vez tan extraño. Estaba tan sumergida observando todo y dándose cuenta de algunos cambios en la ciudad que no noto que el auto conducía por una calle distinta a la que daba a su casa.

El auto se estaciono frente a una casa en color azul cielo de un solo nivel, esa no era la casa donde creció, ni tampoco donde fue ultrajada, Rose y Mark no dijeron nada, querían saber que reacción tendría Astrid, y al ver que esta no dijo nada y solo avanzo hacia la construcción los tranquilizo.

Aunque Astrid no dijera nada estaba agradecida de que no la llevaran a esa casa, ya no necesitaba fingir se fuerte, en el tiempo que estuvo en la clínica se dio cuenta de que la fuerza no siempre aplica para algunas cosas, y ahora podía admitir en voz alta que estar en esa casa donde vivió su pesadilla la afectaba más de lo que pensaba, y aprendió que eso no la convertía en alguien débil, pues simplemente estar de pie en esa habitación revivía todas sus pesadillas y en especial aquella noche.

No era un hogar esa casa, solo era un inmueble carente de personalidad, al menos así lo percibió Astrid, quien deambulaba por los pasillos tocando apenas con la yema de sus dedos la frialdad de las paredes, una vez que llego hasta el final de su recorrido regreso en sus pasos terminando donde inicio, en lo que correspondía a la sala donde estaban sus padres de pie hablando en voz baja.

La primera persona en notarla fue Mark quien se acercó cubriéndola con sus brazos y conduciéndola hacia el único mueble que había en ese cuarto, el cual era un sillón nuevo en color azul rey, ambos tomaron asiento y Rose los siguió, arrodillándose en el suelo para estar a la altura de su hija y tomar su mano.

Astrid sabía lo que se avecinaba y de cierta forma estaba preparada para hacerle frente a su realidad.

—Querida, tenemos que hablar sobre como retomaremos nuestras vidas ahora que regresamos a la ciudad, rentamos esta casa porque no creímos que fuera lo correcto ir hacia la casa, no sé si deseas regresar ahí, o no. Dinos que prefieres y nosotros lo arreglaremos. —Mark fue quien rompió el silencio con su voz parsimoniosa.

Astrid se relamió los labios sintiéndolos demasiado resecos, tomándose su tiempo para hablar, aunque en realidad no había mucho que pensar, ella no creía poder ser capaz de regresar al que fue su hogar durante tanto tiempo.

—No quiero regresar a esa casa, no me creo capaz de hacerlo. —hablo con calma.

Rose y Mark se sintieron calmados escuchando esa declaración, era tranquilizante porque significaba que ella de verdad estaba mejorando, ya no trataba de torturarse regresando al lugar donde le causaron tanto daño.

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora