Capitulo 42.

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Todo su cuerpo se paralizo, no podía asimilar lo que se reproducía frente a sus ojos, no podía siquiera engañarse diciendo que las personas que protagonizaban dicha cinta eran otras con un simple parecido, pues era innegable: su madre y su novio habían follado.

El sentimiento de traición estaba tan presente en su ser, el hecho de que Angelo la engañara por si solo era un dolor terrible para ella, y sumando el hecho de que en la traición también participaba su madre, era un dolor tan intenso, un fuego abrazador que arrasaba con todo a su paso.

Y lo que fue peor: Astrid no consideraba como culpable a Angelo, para ella toda la culpa recaía en su madre.

La ira la cegó, no sabía de qué forma actuar, necesitaba drenar su dolor y rabia, pero no sabía con qué, o mejor dicho con quién, un recuerdo acudió a su mente y se quedó ahí repitiéndose constantemente, cuanto más tiempo pasaba la idea resultaba aún más tentadora, incluso llego a escuchar la voz de Angelo que le repetía que lo hiciera, que estarían juntos para siempre si lo hacía, y ella se convenció de que era la idea correcta.

No le importaban las consecuencias.

Lo haría.

Incluso si aquello la convertía en un monstruo.

...


La pisada de sus pies descalzos contra el suelo frio eran casi imperceptibles, su corazón latía desbocado, queriéndose salir de su pecho, sus manos sudaban y su estómago se contraía por los nervios, por la indecisión, pero no retrocedía, se negaba a retroceder.

Su mano izquierda pesaba con lo que llevaba sosteniendo, sentía que sostenía una tonelada, tan difícil de seguir, pero su rabia y enojo le impedía retroceder, la voz de su cabeza le repetía que ya estaba llegando demasiado lejos como para dejarlo atrás.

Seguir.

Tenía que seguir, o eso creía ella.

Se fundía en la oscuridad de la noche, avanzaba como una sombra, casi imperceptible.

A medida que avanzaba más a su destino su corazón latía desbocado, queriéndose salir de su pecho, sus manos sudaban tanto que creía que en cualquier momento el objeto resbalaría de sus manos.

Se detuvo frente a la puerta que la dividía a ella de sus objetivos, no había vuelta atrás, una vez que cruzara esa puerta su destino seria forjado, ella se encargaría de forjarlo. Tomo una gran respiración decidiendo si retrocedería o seguiría. Y tomo su decisión.

Abrió la puerta con delicadeza, evitando hacer cualquier ruido que delatara su presencia.

Se paró frente a la cama donde sus padres dormían en paz, el brazo de su padre tomaba de la cintura a su madre, abrazándola y protegiéndola.

Astrid quiso retroceder, abandonar todo e irse, pero no podía hacer eso, tenía que seguir.

Una avalancha de recuerdos la invadió, recordó todos los buenos momentos que vivió a su lado, el primer cumpleaños, la primera navidad, el día que la enseñaron a andar en bicicleta, a nadar, el día que enfermo y ellos jamás se apartaron de ella, hasta que la fiebre paso.

Lagrimas comenzaron a salir de sus ojos a la vez que levantaba el arma contra ellos, contra las personas que la vieron crecer, y retiro el seguro.

Sus manos comenzaron a temblar sin control, que incluso creyó que la pistola caería de sus manos.

Su cabeza le repetía que tenía que hacerlo, que solo jalara el gatillo y estaría junto a Angelo para siempre.

Astrid afianzo las manos sobre la pistola y con sus ojos nublados en lágrimas, recorrió por última vez la vista por la habitación. Una fotografía de ellos tres llamo su atención, se trataba de una fotografía navideña en la que Astrid tendría a lo mucho diez años y abrazaba con fuerza a su padre, mientras que le daba un beso a su madre.

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora