Capitulo 25.

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Astrid se sentía tan cómoda estando en los brazos de Angelo, él podía protegerla de todo, eso era lo que pensaba ella, pero no tenía en cuenta que de la única persona que él no podía protegerla era de él mismo, no dejaría que nadie le tocara un solo cabello, porque él ansiaba hacerlo, ansiaba con todas sus fuerzas destruirla hasta dejarla hecha ceniza y fantaseaba con que aun siendo cenizas ella siguiera a su lado.

La fémina se alejó lentamente de sus brazos, ya no estaba abrazándolo, pero las manos de él permanecían ceñidas sobre su cintura, Astrid elevo su mirada para poder ver aquellos hermosos ojos esmeraldas, adoraba verlos, eran como dos gemas preciosas, incluso parecían puros, algo que distaba mucho del poseedor de aquellas hipnotizantes orbes.

Angelo por su parte observaba con atención su rostro ligeramente maquillado, sabía que el maquillaje era debido al golpe que él le había obsequiado y ansió verla sin maquillaje, quería ver la maca que había dejado sobre ella, después de todo él se encargaría de que siempre estuviese marcada, para que cualquiera que osara mirarla notara que ella tenía dueño.

—¿Quieres hacer algo hoy?, lo que sea que desees. —tan poca era la distancia entre ambos que al pronunciar estas palabras el aliento mentolado llego hasta Astrid.

Astrid quien se había mantenido hasta ahora embelesada observando las facciones de él, apenas escucho sus palabras encontró exactamente la actividad que quería realizar.

—Quiero ir al yate. — a pesar de que su voz flaqueo no aparto sus ojos de los de Angelo ni por un segundo.

Le aterraba pensar en lo que sucedería, pero quería complacer a Angelo, Astrid siempre quería complacer a todo el mundo, aun cuando fuesen crueles con ella.

Enorme satisfacción invadió a Angelo, pero no podía demostrarlo, debía de mantener su semblante de preocupación.

—¿Estas seguras?

Astrid tomo aire a la vez que se animaba a si misma.

—Lo estoy, quiero hacerlo.

—De acuerdo, iré a tomar mis cosas a mi casa y pasare por ti en una hora.

Asintió en aceptación y ambos salieron del invernadero, con la diferencia de que ahora Astrid llevaba el enorme ramo de rosas en sus manos. Al adentrarse a la vivienda encontraron a Rose y Mark desayunando en el comedor, Rose guardo silencio apenas vio a Angelo. Su sola presencia le causaba asco.

Astrid llevo a Angelo hasta la puerta donde este se despidió bajo el aviso de que vendría por ella en una hora.

Sin perder el tiempo Astrid subió a su habitación para darse un baño y cambiarse de ropa, mientras estaba bajo la lluvia artificial no pudo evitar que algunas lágrimas descendieran de sus ojos, no podía dejar de pensar en que estaba preparándose para hacer lo que le aterraba, en que él se abriría paso entre su cuerpo, invadiéndolo, no quería hacerlo, pero el miedo a que Angelo la abandonara era mucho mayor, y ella no estaba dispuesta a que él la dejara. Haría lo que fuera necesario para mantenerlo a su lado.

La vergüenza tiñó su rostro cuando se vio a si misma buscando ropa interior linda, buscaba con desesperación alguna prenda de encaje entre sus bragas de algodón, pero no encontró nada, toda su ropa interior se podría describir como mojigata, Astrid pensaba seriamente en correr a alguna tienda para comprar algo lindo, cuando recordó un pequeño detalle y entonces corrió con solo la bata de baño sobre su cuerpo húmedo hacia la habitación de su madre.

Cuidando que nadie se diera cuenta se adentró con cuidado en la habitación de sus padres, poniéndole cerrojo, corrió hacia el armario de su madre buscando con desespero en sus cajones, casi salto de la alegría cuando los vio, eran unas bragas de encaje en color rosa a juego con un diminuto brassier, estos le habían sido obsequiados a su madre por parte de una de sus amigas de su juventud, pero las prendas eran tan pequeñas que no le quedaban, muestra de ello era que aun llevaban la etiqueta en señal de no haber sido usadas nunca.

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora