Capitulo 20

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—¿De que habla? — el rostro de Astrid palideció al escucharla.

Roberta no paraba de mirar alrededor en un estado de alerta. Habiendo estado un poco segura de que nadie las miraba tomo a Astrid por los hombros hablándole casi en susurros.

—Angelo no es bueno, él no es el príncipe que les ha hecho creer a todos. Tienes que alejarte o conocerás al verdadero monstruo. —un leve temblor se percibía en su voz, jamás será fácil para una madre aceptar que su hijo es un monstruo.

Astrid estaba por alegar cuando vio como Roberta miraba detrás de ella con lo que se podía describir como pavor y nerviosismo en su estado más puro.

—Es una sorpresa encontrarte aquí Astrid. —la voz a sus espaldas era ronca y muy potente.

Astrid se dio la vuelta para encontrarse con el fornido cuerpo de Steve, llevaba puesto un traje en color azul, algunas canas se alcanzaban a vislumbrar a pesar del tinte que trataba de ocultarlas, viéndolo bien Steve no era feo para sus cincuenta y dos años estaba muy bien conservado, observándolo no podía entender que el fuera el causante de las marcas violetas en el cuerpo de Rebeca.

Solemos creer que los golpeadores, violadores y pedófilos se presentaran con una imagen desagradable que nos alertara sobre ellos, pero la realidad es que la mayoría no lucen como alguien peligroso, lucen bondadosos enfundados en costos trajes, en batas médicas, o inclusive en hábitos, ninguno de ellos luce como monstruos, pero lo son, no esperes que las personas malas y enfermas se presenten como tal porque jamás lo harán.

—Le estaba contando a Astrid sobre nuestro viaje a Grecia, le encantaría visitarlo algún día. —Rebeca hablaba con tanta naturalidad que era difícil creer que mentía.

—Oh, puedes acompañarnos cuando volvamos a ir, estoy seguro de que no le molestara en lo más mínimo a Angelo.

Le costó un poco encontrar su voz. —Gracias por el ofrecimiento, lo tendré presente.

Un silencio incomodo se formó.

—Yo debo de irme, gracias por...la información sobre Grecia.

—Espero que lo consideres y tomes una decisión.

Rebeca quería salvarla, de corazón que lo quería, pero no se puede salvar a alguien que no desea ser salvado.

Apenas estar abriendo la puerta de su casa Astrid deseaba tirarse sobre su cama y llorar hasta cansarse, apenas era medio día y ya la habían abordado una montaña de emociones que la abrumaban, el enojo de Angelo la entristeció en sobremanera y cuando Rebeca le pidió que se alejara de Angelo sintió que se desmoronaba, porque ella no escucho absolutamente nada de lo que Rebeca le dijo, solo escucho "aléjate de Angelo", no escucho la advertencia en lo más mínimo para ella solo era una madre celosa que no la consideraba suficiente para su hijo, y el no ser suficiente siempre la estaba abrumando, ella quería ser suficiente para todos— aunque no lo era ni siquiera para ella misma—.

Apenas adentrarse en su hogar pudo percibir que había alguien dentro y se sorprendió aún más cuando observo a su madre sentada en el suelo de la cocina con una botella de vodka de la que bebía directamente, su mirada se encontraba perdida y gruesas lagrimas bajaban por sus mejillas.

Astrid la miraba asombrada, en todo el tiempo que llevaba viviendo con ella la había visto asi, parecía una persona completamente diferente, incluso se veía... destruida.

De un momento a otro Rose desvió la mirada de la pared para verla a ella, sus rojizos e hinchados ojos rebozaban de culpa.

Astrid comenzó a caminar hacia ella con cautela, tratando de no asustarla, cuando hablo trato de que su voz fuera lo más apacible posible. —Mamá ¿estás bien?

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora