Capitulo 38

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Mark conducía despreocupado por las transitadas calles, se sentía feliz de poder regresar temprano a su hogar, tenía bastante tiempo llegando a altas horas de la madrugada y yéndose a primera hora pues su trabajo así lo requería.

Él amaba su trabajo, aunque este lo consumía tanto que no podía pasar mucho tiempo con su familia, después de todo el trabajo de un médico es muy demandante.

Por fin logro divisar la fachada de su casa, estaba a muy pocos metros de llegar cuando vio a dos personas en lo que parecía ser una pelea, su sorpresa aumento cuando se dio cuenta de quienes se trataba: su hija y el novio de esta.

Su primer impulso fue bajarse para tratar de tranquilizar a su hija, pero una voz en su cabeza le aconsejo que se quedara en el auto, como un observador, no sabía por qué razón le hacía caso, pero decidió quedarse a ver. Hasta que el primer golpe llego en la mejilla de su hija.

Todas las emociones se aglomeraron en su interior, rabia, furia, cólera, tristeza, todo estallo como una bomba, le tomo menos de un minuto llegar hasta donde ellos estaban, y le tomo menos de diez segundos conectar su puño en la mandíbula del que se hacía llamar hombre.

Mark no podía pensar en nada, en lo único que no podía dejar de pensar era en el momento en que Angelo golpeo a su adorada hija, esta escena se reproducía una y otra vez en su cabeza solo aumentando más la furia en Mark, y esta se manifestó considerablemente en sus golpes, la sangre del chico manchaba su ropa y sus puños, pero nada de esto le importaba, el solo podía pensar en vengar a su hija.

Una oración fue la que lo hizo parar, no paro por lastima al chico, ni porque creyera que ya había recibido suficiente, sino porque sabía que si seguía golpeándolo podría mandarlo al hospital, y por ende levantar cargos en su contra.

Ante las palabras que este pronuncio antes de irse despavorido Mark quiso golpearlo tanto hasta inclusive llegar a fracturas, pero su hija se lo impidió, las palabras que dijo no paraban de resonar en su cabeza y a pesar de que quiso engañarse diciendo que eran mentiras, algo en su interior le decía que no eran mentiras.

—¿A qué se refería con que no era la primera vez? —su voz sonó serena a pesar del coraje que tenía.

Astrid palideció ante la pregunta y con una voz temblorosa y muy poco convincente hablo.

—Son... tonterías, él so-lo es-ta tra-tando de molestarte.

Mark la miraba con duda, sin poder creer una sola palabra de lo que ella decía.

—Vayamos dentro.

Ambos se adentraron a la casa en un sepulcral silencio, Rose iba bajando las escaleras cuando se encontró con ellos, a Rose también le sorprendió ver a su marido tan pronto en casa. Estaba por hablar cuando las palabras de su marido la interrumpieron.

—Quítate la blusa.

Astrid palideció aún más al escuchar esas palabras de su padre y Rose emitió un pequeño ruido de asombro e indignación.

—Por dios, como le pides eso, es tu hija. — grito.

Mark le dedico una dura mirada a su esposa, para después posarla en su hija.

—No te estoy pidiendo esto porque sea un depravado, sino porque necesito asegurarme de que las palabras de ese desgraciado son una mentira. Así que te lo pido nuevamente, por favor quítate la blusa.

Astrid se quedó parada ahí, incapaz de moverse, su mente trabajaba a toda marcha tratando de buscar una solución, no podía dejar que sus padres se enteraran, la apartarían de él, y aunque estaba molesta hasta la medula aun lo seguía amando y quería estar con él.

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora