Rose se encontraba quitando la maleza de su patio delantero, la jardinería era uno de sus pasatiempos favoritos debido a que durante su niñez su abuela tenía un inmenso jardín repleto de toda clase de flores.
Rose estaba agachada cortando algunas flores ya marchitas cuando frente a su casa se estacionó el coche negro de Angelo, Rose estaba por levantarse para ir a saludarlo cuando logró ver por la ventana del auto que Angelo estaba besando a Astrid, Rose no se molestó por esas muestras de afecto, ella también había sido joven en el pasado y sabía que entre mas les prohibieras mas desearían hacerlo, lo mejor desde su punto de vista era el apoyarla y aconsejarla para que no cometiera errores de los que se podría arrepentir.
La forma de crianza de Rose había sido más bien liberal al contrario de sus amigas quienes sus padres eran muy estrictos, por todas las veces que vio a sus amigos escaparse, fumar, beber e incluso drogarse a escondidas de sus padres entendió que el día en que ella fuera madre no sería una madre estricta, no deseaba que su futuro hijo o hija terminara como lo hicieron la mayoría de sus amigos, con errores que afectaron de manera importante sus vidas, si solo sus padres les hubiesen infundido la confianza suficiente en ellos como para hablarlo sus caminos habrían sido diferentes.
Rose vio como su hija bajaba del coche con una enorme sonrisa y sosteniendo sobre sus brazos un enorme ramo de rosas blancas, el brillo en sus ojos era algo que jamás le había visto, pero que sabían muy bien que era.
El brillo en sus ojos era porque estaba enamorada.
El coche dio la vuelta para dirigirse a su casa y Astrid viendo que ya se había ido emprendió marcha por el patio delantero, estaba tan perdida en sus pensamientos que ni siquiera sintió cuando Rose comenzó a caminar a su lado.
—¿Que tal te fue?.
Astrid dio un respingó asustada a la vez que ponía una mano sobre su corazón.
—Me asustaste, ¿De donde saliste?.
—Estaba arreglando el jardín delantero, no me viste porque estabas en tu burbuja de amor.
Las mejillas de Astrid rápidamente se sonrojaron.
—Vamos cariño soy tu madre y no debe de haber ninguna pena entre nosotras, ¿porque mejor no entramos para que dejes ese ramo que luce un poco pesado y me cuentas qué tal te fue?.– Astrid asintió y Rose se dirigió a abrir la puerta para que su hija pudiera pasar.
Ya adentro Astrid colocó el enorme ramo sobre la encimara de la cocina, detrás de ella Rose la veía, haciéndose a la idea de que su pequeña bebé era ya una señorita.
—¿Me dirás qué tal te fue?.– Rose lucía ansiosa por saber detalles sobre la cita de su hija pero si esta no quería decirle ella lo respetaría.
Astrid desvió su vista a la izquierda a la vez que rascaba su brazo derecho en un gesto nervioso, volteando a ver a su madre comenzó a hablar.— Me fue muy bien mamá, Angelo organizó un picnic en un parque bellísimo, realmente se esmeró en dejarlo lo mejor posible y...– Astrid lanzo una risa nerviosa.— Me pidió que fuera su novia, ¡Soy la novia de Angelo!.– de su garganta salió un pequeño chillido, estaba muy emocionada de por primera vez tener novio y más un novio como Angelo.
Rose la miraba deleitándose con su alegría, nada la hacía más feliz que ver a su pequeña tan contenta y si ese chico era el motivo de su alegría esperaba que estuvieran juntos mucho tiempo.
—Me alegro muchísimo mi amor, Angelo es un buen muchacho y he visto como te trata, sinceramente creo que no pudiste encontrar mejor muchacho que él.
—Si, estoy de acuerdo en que me saque la lotería con él, iré a cambiarme para ayudarte con la cena.
Astrid corrió escaleras arriba, cuando estaba en el cuarto peldaño volteo a ver a su madre para después gritar.— Gracias por apoyarme mamá.– le lanzó un beso y sin darle oportunidad de contestar a Rose subió a su habitación.
Todos ponían a Angelo sobre un pedestal, el problema con poner a las personas tan alto, es que entre mas alto este, más cruda es la caída a la realidad y sin duda Rose lo comprobaría.
Cualquier persona que observara la casa de los Jones podría imaginar cualquier cosa excepto lo que realmente sucedía en ese lugar.
Estaban catalogados como una de las mejores familias de ese barrio, eran esa clase de familia modelo para los demás, pero la verdad era que estaban muy lejos de ser una familia modelo, solo los miembros de la familia y la señora de la limpieza quien era leal a la familia sabían realmente lo que sucedía dentro de esas cuatro paredes.
Roberta Jones.
Brown.
Ese había sido su apellido de soltera, claro que ese apellido no se le acercaba ni un poco a llevar el apellido Jones, el apellido de una dinastía de poderosos abogados.
Cuando miraba hacia el pasado recordaba con aflicción el como había estado tan emocionada de convertirse en una Jones, estaba desesperada por dejar de llevar el apellido de una costurera.
Durante las primeras dos décadas de su vida había sufrido de demasiadas carencias, estaba hambrienta de probar un bocado del lujo que se mostraba en las revistas y cuando un guapo abogado posó sus ojos en ella no dudó ni un segundo en aceptar, el era rico y muy poderoso, era todo lo que ella siempre deseó, el le mostró y le dio una vida completamente diferente a la que había tenido anteriormente, la seducía con joyas muy brillantes y casas que parecían castillos. Ahora que ya había probado e inclusive vomitado todo ese lujo, viendo su guardarropa que parecía más bien una tienda departamental y su colección de joyas de piedras preciosas se preguntaba si todo había valido la pena.
¿Los lujos eran mayores a los golpes?.
¿El dinero valía más que su integridad?.
Y lo más importante.
¿Era realmente feliz?.
¿Los lujos desmedidos que ahora le causaban repulsión habían pagado todos los años de abuso y humillación hacia su persona?.
Se miro al espejo, estaba desnuda y era triste de ver el que inclusive ella misma ya se había acostumbrado a ver su cuerpo lleno de tintes violetas, negros y algunos amarillos, la única parte donde nunca la golpeaba era la cara, un golpe en la cara no podía disimularse tan bien como uno en el cuerpo, la imagen que el espejo le brindó dio respuesta a su pregunta: No, nada de ese lujo superficial valía lo suficiente como para seguir soportándolo, más sin embargo ella no tenía nada, nada era verdaderamente suyo, ella era totalmente dependiente de Steven, y su madre había muerto hacía años antes, no tenía estudios y cada maldito centavo que había en su cuenta bancaria era de su verdugo. Los cambios dan miedo, claro que lo dan por eso mismo se necesita ser valiente para atreverse y Roberta no era valiente, estaba tan acostumbrada a esa vida llena de comodidad que la sola idea de dejarlos la aterraba, se negaba a volver de donde salió pero ya tampoco quería estar ahí, sabía que en cualquier momento terminaría atando una cuerda al candelabro para después atarla a su cuello y así terminar con su tormento.
Las ambiciones son incluso más peligrosas que un arma.
Un arma acaba con tu vida de un disparo.
Una ambición desmedida no lo hace tan rápido, cuesta años para que te termine matando, mueres incluso en vida, lo cual es mucho peor que morir fisicamente.
Todos en esa familia eran obsesivos en realidad.
A Steven le obsesionaba el poder.
La ambición de Roberta se convirtió en una obsesión.
Angelo se obsesionó con una chica a la cual dice amar.
Lamento que el capituló de hoy haya sido tan corto pero sinceramente no tenía idea de que hacer por lo que creí conveniente el mostrarles un poco de la familia Jones.
Quiero agradecerles a quienes se toman el tiempo de leer un poco de mi trabajo y también pedirles que me digan si les gusta y en qué cosas puedo mejorar.
Nos leemos el viernes.💗
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Abismo [borrador]
Narrativa generale¿Que tan profundo caerías por amor? La pacífica vida de Astrid da un giro brusco a la llegada de su vecino, quien era el prospecto perfecto, esa clase de chico que ves en las películas y aspiras a un día tener. Era todo lo que Astrid podía desear:...