XXXVII - Jefe

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Erin había empalidecido de repente

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Erin había empalidecido de repente. La espina que tenía clavada en el pecho estaba ahí por algo, no todo podía salir bien. Siempre había que ceder para ganar, no había forma de conseguirlo sin dejar algo atrás.

Y Saeran se había esforzado tanto... tenía miedo. Erin estaba asustada, aún así decidida a que, fuera lo que fuera, debía afrontarlo con valentía. Porque no podía dejar que todo lo que había conseguido Saeran se fuera al traste.

Aunque no fuera por ella, sino por él.

—¿Es malo? Si es muy malo no me lo digas, Saeran. Haremos lo que sea necesario.

¿Malo? Tal vez... podía serlo. En cualquier caso, ella necesitaba estar al tanto de ello. No podía hacer frente a los cambios que se avecinaban sin conocer como era la situación.

—El dinero es de mi hermano. Me lo ha dado con la condición de que sea yo quién compre las participaciones —Saeran tomó aire, para evitar decir "la bruja"—, de tu hermana.

Erin abrió la boca, anonadada.

—¿Vas a tener parte de la floristería?

—Eso parece.

—Espera, ¿vas a ser mi jefe?

Saeran se rascó la nuca, sintiendo los nervios a flor de piel. La mirada de la chica era intensa, pero no sabía si eso era positivo o negativo.

—Vas a tener más porcentaje que yo, así que...

—Eso... espera, no. Yo no voy a ser jefe de nadie.

La castaña se lanzó a sus brazos sin previo aviso, con el corazón palpitando a toda velocidad, eufórico.

—Saeran eres mi héroe, ¿sabes?

Las manos de saeran se asieron a los costados de Erin por acto reflejo mientras sus mejillas se tornaban rosadas, un color que si bien ella no percibía, podía distinguir en su tez pálida.

—B-Bueno. Pero no voy a ser tu jefe.

—Está bien. No es nada malo. —Sonrió ampliamente al separarse de él—. Tienes madera de jefe. Ya sabes, la cara seria y una voz intimidante.

Saeran frunció el ceño y apretó los labios, molesto. Ella le revolvió los cabellos descoloridos,  él sacudió la cabeza. Erin le estaba acariciando como si fuera un perro.

—Para. —Se quejó, aparentemente afectado por las palabras de ella—. Yo... ¡No es cierto, no soy así!

Ella se echó a reír. Saeran suspiró, dejándolo estar porque lo más importante era que Erin había dejado de llorar para pasar a las risas.

 Saeran suspiró, dejándolo estar porque lo más importante era que Erin había dejado de llorar para pasar a las risas

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora