XVII - ¡No juegues con el agua!

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Normalmente, era Saeran quien se ocupaba del riego de las plantas antes de la apertura

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Normalmente, era Saeran quien se ocupaba del riego de las plantas antes de la apertura. Erin limpiaba las cristaleras o colocaba las macetas de los escaparates para que continuaran siendo atractivos a la vista. Sin embargo, aquella mañana la castaña se había plantado justo al lado del albino, y observaba atentamente como le daba de beber a los helechos.

El ambiente de la floristería seguía siendo turbio, y no iba a permitir que continuará siendo así. Debía esforzarse para que el muchacho volviera a sentirse cómodo allí.

De verdad quería ayudarle, sin importar que tan duras fueran sus palabras aquel día. Ya no importaba.

—¿Me dejas a mí?

Saeran se sentía incómodo. Después de aquella conversación en el aseo de la trastienda, habían intercambiado las palabras justas para que su trabajo no se viera afectado. Él evitaba a Erin cuando podía, pero ella no se rendía. Se acercaba cuando el ojiazul se alejaba a conciencia, trataba de hablarle aunque él evidentemente no quería.

—Claro. —Le entregó la manguera—. Esta parte ya está —Señaló las plantas de su izquierda—, solo falta...

Sus palabras se vieron interrumpidas por un buen chorro de agua fría. La chica se había alejado unos pasos de él, e incluso había entrecerrado uno de sus ojos para apuntar bien antes de disparar sus balas de agua.

—¿Qué haces? —Gritó, empapado. Erin se echó a reír—. ¡No te rías, no es gracioso!

Saeran se quitó el delantal para escurrirlo. Se sacudió el cabello mojado con el ceño fruncido, aún escuchando las carcajadas de la chica.

—¿Estaba muy fría?

—Sigue riéndote. —Gruñó—. Trae aquí.

Le arrebató la manguera y se la devolvió el doble de fuerte. Más que haberse mojado, Erin parecía haber salido del mar. Empapada y aún riéndose. Saeran no lo entendía.

—Parece que vamos a tener que abrir más tarde...

—Odio tener el pelo mojado.

—Pero, ¿a que ha sido refrescante?

Saeran arrugó la frente. A pesar de esa expresión de enfado, disfrutaba de escucharla reírse de esa manera. Aunque eso no evitaba que siguiera mojado.

La ropa se le pegaba al cuerpo y Erin no pudo evitar dirigir su vista hacia el tatuaje de su brazo, que se veía transparentado a través de la camisa.

—Ese tatuaje... ¿es árabe?

Por un momento pasó por alto aua palabras cuando los ojos pardos de Erin se sumergieron en los suyos. Después volvió en sí, y recordó Mint Eye. Sintió que el corazón se le sacudía de mala manera.

—No lo es.

Chistó y se alejó de la castaña rumbo a la trastienda, para secarse antes de que abrieran la floristería.

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora