L - Esto es la guerra

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Se volvió a la izquierda y después a la derecha

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Se volvió a la izquierda y después a la derecha. Luego pensó que tal vez era mejor tumbarse boca arriba, para centrarse en contar ovejas. Blancas y rechonchas.

¿A quién quería engañar? Contar ovejas nunca funcionaba.

Erin se incorporó y oteó desde la cama. Todo estaba oscuro y sus ojos enfermos no eran capaces de distinguir ni una sola silueta en el suelo.

—Saeran... —susurró—, ¿estás despierto?

Él respondió haciendo un sonido con su garganta. Ronco, pero claro.

—Le he estado dando vueltas a algo... —habló igual de bajito—. ¿Qué pasa mañana si no pueden arreglar el coche?

Saeran se revolvió entre las sábanas.

—Llamaré a mi hermano para que nos recoja si eso pasa.

«Esto está mal» se dijo. La voz de Saeran, más rasposa, resultaba cautivadora.

—¿No puedes dormir?

—No. —Se aferró al edredón—. No... tengo sueño.

Saeran se incorporó también. Soltó un bostezo y estiró los brazos hacia delante. Se puso en pie, lo que alertó a la chica. Por suerte, su objetivo siempre fue encender las luces.

—¿Tú tampoco tienes sueño?

—Tampoco.

Erin agachó la cabeza. Tal vez era un don que solo ella tenía, pero era capaz de discernir cuando Saeran mentía, o por el contrario decía la verdad.

Y aquella vez mentía. Sus ojos cansados lo confirmaban, y el bostezo que había liberado hacía poco también.

Estaba contenta. ¿Era egoísta? Saeran estaba dispuesto a quedarse despierto un poco más. «Mi corazón es demasiado ambicioso» pensó la castaña.

—Esperemos que todo salga bien. Mañana tendremos que comer, y con lo que ha costado la habitación...

Saeran se encogió de hombros.

—Si nos quedamos sin dinero me puedes hacer calabazas.

Ella frunció el ceño, ofendida. Parecía ser que Saeran no iba a parar de recordarle todo el dinero que se había gastado en hortalizas. «Está intentando molestarte, es evidente» se decía Erin, como medio de aguantar las ganas de lanzarle una almohada.

—Bueno, al menos está habitación es más económica que dos individuales.

A la castaña se le nubló el pensamiento por unos instantes. Cuando quiso darse cuenta, Saeran se había tragado la almohada. «Se lo merece»

Él tardó en reaccionar unos segundos, aunque tenía claro una cosa: debía defenderse. «Esto es la guerra»

 «Esto es la guerra»

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora