XXXI - La primera vez que la vi llorar.

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La despiadada hermana mayor de Erin dio un paso atrás y se deshizo del agarre de Saeran

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La despiadada hermana mayor de Erin dio un paso atrás y se deshizo del agarre de Saeran. Creía que tenía la cabeza bien alta, pero la verdad era que había retrocedido. Creía que conservaba la dignidad, la única realidad era que había caído demasiado bajo, lo suficiente como para enfrentarse a su hermana a sabiendas de que iba a sufrir.

—Un guardaespaldas —decía, mientras se frotaba el brazo—. Ahora todo tiene sentido.

Claramente se refería a que el albino tatuado no podía tener un trabajo normal con ese aspecto de macarra.

—Lo que tiene más sentido es que cojas la puerta y te vayas o, ¿quieres que te acompañe yo?

Erin separó a Saeran de su hermana extendiendo el brazo entre los dos, como si fuera una barrera.

—Tranquilo, Saeran. Ella se va a ir sola, ¿no es cierto?

—Más vale que te olvides de la floristería. —gruñó.

Los dos en silencio esperaron a que la cabellera marrón de Madison abandonara la tienda.

Saeran ladeó la cabeza para mirar a Erin, enfadado y a la vez lleno de rabia.

—¡Tu hermana es una bruja!

Erin le dio la espalda a Saeran, no porque dijera aquellas verdades sobre su hermana, sino porque no quería que la viera.

—¿Qué ha querido decir con eso? ¿Qué va a hacerle a la floristería?

Cada vez eran más las preguntas que Saeran hacía y menos las respuestas de la chica. Era extraño, porque Erin nunca había tenido miedo de mirarle a los ojos, siempre se había enfrentado a ellos, estuviera enfadado, aburrido o contento.

Pero ahora le mostraba la espalda como si no tuviera el valor de mirarle a la cara, y eso le molestaba mucho más que cualquier otra cosa.

—Te he hecho una pregunta. —La sujetó del brazo y tiró de ella para intentar verle la cara. Erin se resistió. —¿Me vas a responder o no?

Finalmente, consiguió derrotarla. La muchacha le lanzó una mirada tan precisa que se tambaleó por un momento.

Lágrimas largas como cortinas cayéndooe de los ojos. Estaba llorando y apretaba los labios para no emitir sus sollozos.

No estaba bien, el mundo tenía que haberse quedado del revés. Erin nunca lloraba, siempre sonreía.

—¡¿Por qué lloras ahora?! ¡¿Qué pasa!?

¿Qué debía hacer? ¿Pañuelos? ¿Consuelo? ¿Palmadas en la espalda? No sabía como reaccionar.

—¿Para qué has venido? —Susurró—. ¿Para qué...? Si vas a volver a irte.

Ya lo había asumido, se quedaría sola. Si no era porque Saeran la abandonaba, era porque ya lo habían hecho sus hermanas, sus amigas; todo el mundo.

—La próxima vez dejo que te dé otra, ¿entonces?

—No lo entiendes. Eso da lo mismo Saeran.

—¿Cómo que da lo mismo? —Bramó—. Ibas a dejar que te pegara, porque tú eres así. Te da igual, ¿verdad?

Erin le miró con enfado.

—¿Qué crees que me ha dolido más? El golpe o que tu me dejaras tirada.

Justo entonces, se lo preguntó. ¿Cuál era el motivo de su llanto? Su hermana, la floristería o... él.

 él

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora