Saeran adora las flores. Erin tiene una floristería.
La nueva vida del chico comienza cuando su hermano decide buscarle un trabajo en un lugar que le guste, un lugar repleto de plantas y árboles en flor.
•Mystic Messenger FanFiction•
Unknown/Ray/S...
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Los miércoles eran los días que Saeran más odiaba. Y no era por tener que organizar las flores, sino porque aquel imbécil llegaba a perturbar la calma de la floristería.
Aparcaba su camioneta en el callejón que daba a la trastienda antes de la hora acordada. Siempre lo hacía, el albino creía que era porque así podía asegurarse de pasar un tiempo hablando con Erin sin poner en peligro su estricto horario de recogida y reparto.
Lo peor era que las flores le importaban un pepino. Saeran terminaba haciendo todo el trabajo, no por lucirse, sino porque de verdad amaba las flores.
Era curioso porque, aunque siempre las había adorado, había sido incapaz de dejar salir todo ese cariño que ocultaba. Pero allí, en aquella floristería perdida en rincón de la ciudad, no era difícil ser él mismo.
El repartidor no se callaba ni debajo del agua. Erin trataba de cortar en seco la conversación con él para ayudar a Saeran a descargar las flores. Hasta a ella empezaba a molestarle que aquel muchacho no hiciera su trabajo. Lo cierto es que Erin no quería que Saeran volviera a enfadarse por haber tenido que hacerlo todo solo.
Levantó la vista y se cruzó con los ojos claros del chico. Bajaba las flores con cuidado y las dejaba en la trastienda. No intervenía aunque veía claramente que la castaña estaba tratando de librarse de él y no lo conseguía.
Sólo lo hizo cuando vio algo diferente.
—Erin, ¿estas flores son nuevas?
—¡Sí! ¡Que bien, las estaba esperando desde hacía un tiempo! ¡Al fin! —Que se emocionara por un simple ramo era casi fascinante—. Ven por aquí, te diré donde...
Saeran bajó del camión de un salto. Con las flores en las manos, pasó por delante del repartidor para seguir a su jefa.
Lo último de lo que pudo darse cuenta fue que estaba en el suelo, y había sentido el pie de aquel idiota contra el suyo. No había ningún error, el maldito repartidor le había puesto la zancadilla a propósito.
Las flores estaban aplastadas.
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