Saeran adora las flores. Erin tiene una floristería.
La nueva vida del chico comienza cuando su hermano decide buscarle un trabajo en un lugar que le guste, un lugar repleto de plantas y árboles en flor.
•Mystic Messenger FanFiction•
Unknown/Ray/S...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El contraataque de Saeran fue tan inesperado como efectivo. Erin no tuvo tiempo de ver como la almohada regresaba. Realmente no se esperaba que el albino fuera a entrar al trapo. Pero vaya si lo hizo, con tanta habilidad que la muchacha no pudo anticiparse.
Uno a uno. Aunque no iba a quedar así, bajo ningún concepto. Erin agarró su arma -la misma almohada que había pasado a manos de ambos- y se bajó de la cama. «Primero me condenas a no dormir por estar contigo» pensó cuando le dio el primer golpe. Saeran falló en quitarle su almohada, por lo que tuvo que armarse con la suya propia. «Y ahora me atizas con una almohada» le sacudió de nuevo.
El albino intentó recuperarse blandiendo su almohada. A Erin le entró un sentimiento de angustia urgente, debía huir. Rodeó la cama, para guardar distancia.
Saeran no hacía nada, no porque pensara perdonar a la florista, sino porque estaba estudiando la mejor manera de ganar.
Y la encontró.
La castaña no le quitó el ojo de encima. En un ataque que consideró temerario de su parte, Saeran lanzó la única almohada que tenía directa hacia ella. Erin lo tenía claro, si la atrapaba ganaba ella.
Por desgracia, Saeran no jugaba limpio. En realidad, ninguno de los dos había establecido apropiadamente las reglas del juego. En ningún momento se había mencionado el requisito de tener que luchar con las almohadas.
Así que Saeran usó la suya como distracción y alcanzó a Erin en un abrir y cerrar de ojos, lanzándose sobre la cama.
¿Quién había ganado? Sus ojos se encontraron en el fragor de la batalla. ¿Dónde habían ido a parar las almohadas? Ni el ojiazul ni la florista le daban importancia, porque el uno había caído encima del otro. Estaban tan cerca que intercambiaban el calor de sus cuerpos.
—¿Te rindes?
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
