Erin abrió la floristería llena de tristeza aquella mañana. No había sucedido nada digno de desasosiego, pero la castaña no podía evitar sentirse decaída.
Las flores que Saeran le había regalado empezaban a dejar caer sus hojas. Los pétalos de las rosas se estaban secando. Era natural, tanto que no había objeto de discusión. Y Erin estaba tan acostumbrada a ver como las flores se marchitaban que había encontrado la belleza en ello.
Sin embargo, que las flores de Saeran se estropearan no era bello.
Si pudiera conservarlas frescas de por vida, lo haría sin dudarlo. Ojalá su aroma exquisito y ese intenso color grisáceo -al menos a sus ojos- duraran por siempre.
—Buenos días —dijo él que no tardó en reparar en su mala cara—, ¿te encuentras bien?
Erin no pudo evitar fruncir los labios en una mueca de desilusión.
—No es nada.
–Venga dime. —insistió—. Si es algo en lo que pueda ayudarte.
—¡No puedes! —Se apresuró a decir—, es que realmente nadie puede... Las rosas que me regalaste se están marchitando y me da tanta pena. ¿No es triste? Quiero que huelan bien para siempre, además tienen un color tan bonito.
Saeran levantó las cejas sorprendido. Aquello de «un color tan bonito» le había dejado sin palabras desde que Erin jamás mencionaba nada acerca de la tonalidad de las cosas.
Y quizás eso era lo extraño. No que le diera únicamente pena que se marchitaran unas rosas, sino que ella misma viera en ellas un color que no tenían. Un gris mágico.
—No seas boba. —Revolvió sus cabellos cortos—. Te puedo enviar más.
—Ahora la floristería es casi tuya. Si me envías más rosas, vas a ir a la quiebra.
Saeran pestañeó con incredulidad, como si todavía no hubiera asumido que era el verdadero jefe del lirio del valle.
—No me voy a arruinar por enviarte unas flores. Y aunque fuera así... —Saeran se cruzó de brazos—, bueno, que las flores no son tan caras. No nos vamos a arruinar.
Saeran meditó en silencio. A Erin no se le iba a quitar el disgusto si no encontraba una buena solución a su problema, y es que enviarle flores cada semana no parecía una buena alternativa. Justo entonces, Saeran cayó en la cuenta de algo. Melissa, la novia de su hermano, secaba las rosas que ese cabeza hueca le daba de vez en cuando. Las metía entre las hojas de un libro y las secaba a conciencia.
—¿Qué tal si las secas? Quiero decir, que las metas entre las páginas de un libro. Quizás así puedas conservarlas durante más tiempo.
—¡Es una gran idea, Saeran! ¡Con lo que me gusta leer!
Erin volvió a recuperar la sonrisa. Eso sin duda era una victoria para Saeran.
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El amor a través de ti - Mystic Messenger
FanfictionSaeran adora las flores. Erin tiene una floristería. La nueva vida del chico comienza cuando su hermano decide buscarle un trabajo en un lugar que le guste, un lugar repleto de plantas y árboles en flor. •Mystic Messenger FanFiction• Unknown/Ray/S...