XIV - Calor egoísta

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Erin no tardó más de un minuto en reaccionar

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Erin no tardó más de un minuto en reaccionar. Se volteó a toda velocidad y acudió junto a Saeran, que aún yacía en el suelo con los puños apretados y la mandíbula tensa. Quería reventarle la cara al repartidor. Entonces reparó en el ramo de flores blancas que tenía justo debajo, aplastado.

Erin no había visto nada. Estaría enfadada por haber estropeado las flores que esperaba con tanta ilusión, eso seguro

—Saeran, ¿te encuentras bien?

No quería mirarla a los ojos, prefería darle un puñetazo al jodido repartidor que le había puesto la zancadilla. Se levantó beligerante, sus orbes claros se comportaban esquivos. Erin pudo reconocer el atisbo de furia que asomaba por ellos, aún cuando Saeran intentaba evitarla. Abrió las palmas de las manos solo para deshacerse del escozor y acto seguido las volvió a cerrar. Le tenía a tiro.

—¿Te duelen? —Siguió preocupada. —Están todas rojas...

Un cabello castaño con olor a frutas le nubló la vista. Erin se interpuso entre Saeran y el repartidor, sus delicadas manos envolvían las del chico, raspadas por la dureza del asfalto seco.

No se acordó del repartidor después de eso, ni de las flores ni de sus propias heridas, que aún debían escocer. Sólo podía pensar en el calor de sus manos, un contacto egoísta que opacaba toda su atención.

—No parece serio, pero vamos a lavarte las manos. El suelo está sucio y te ha levantado un poco la piel.

—Erin, ¿puedo ayudar en algo? —dijo, sin una pizca de preocupación—. Aunque sólo es un rasguño...

—Puedes hacer tu trabajo. Saeran se ha hecho daño por estar haciéndolo en tu lugar, como mínimo deberías disculparte.

Era la primera vez que Erin hablaba con tanta dureza, con el ceño fruncido y sin rastro de esa dulzura que la caracterizaba.

—Te pido disculpas. —Susurró el chico de la gorra—. Espero que no te hayas hecho daño.

Era un malnacido, pero no importaba. Saeran no miraba al repartidor, tampoco a las flores aplastadas. Ensimismado con las rozaduras de sus palmas y el tacto sensible de las manos de Erin, dejó de prestarle atención a su ira. Por culpa de ese calor egoísta.

 Por culpa de ese calor egoísta

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora