XXX - Caballero blanco

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Erin se sentó en la banqueta, aquella banqueta que Saeran había traído de la trastienda

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Erin se sentó en la banqueta, aquella banqueta que Saeran había traído de la trastienda. Dejó escapar un profundo suspiro y miró a su hermana a los ojos, por primera vez, beligerante.

Estaba claro que aquello iba a ser la guerra.

—Marianne al fin ha comprendido lo que la floristería es mala para todos, y más para ti. —dijo, sin pelos en la lengua—. Nuestra querida hermana mayor ha cedido, me ha cedido a mi sus participaciones. Se acabó.

—Con que es así...

—Y has de saber que no ha sido por mi, sino por ti. —Se cruzó de brazos—. El hecho de que vuelques toda tu vida en este lugar, prácticamente vives por la floristería. No tienes amigos ni otras aficiones. No es sano, entiéndelo.

—¿Quién eres tú para decidir eso? —Erin se levantó, dio un paso en dirección a su hermana y esta retrocedió por instinto—. ¿Quién te da el derecho de decidir que es sano o no? La floristería es mi vida, y es mi felicidad. Ni Marianne ni tú podéis decir lo contrario.

Madison sintió como un eacalofrío le recorría la columna vertebral. El aura de su hermana se había vuelto tenebrosa. De hecho, ¿quién era esa chica que tenía delante? No parecía la hermana pequeña tan amable que siempre había sido.

Era hostil.

—Erin, cálmate. Sabes a lo que me refiero.

—Corta el rollo, Madison.

—¿Cómo dices?

—Deja de hacer como si supieras que es lo mejor para los demás. Puede que te equivoques, ¿recuerdas?

Le lanzó una mirada cargada de resentimiento. Erin nunca quiso decirlo, pero estaba cansada de cerrar la boca y consentir la tiranía de su hermana. Estaba sola, pero en su floristería. Sin ella, estaría sola de verdad.

Era hora de terminar con todo.

—Después de todo, piensa en lo que le pasó a mamá.

Como cada vez que pasaba por aquella calle, se asomaba por la cristalera de la tienda que no se atrevía a pisar. Siempre estaba ella al otro lado, distraída con la mirada perdida. No le notaba, y era un alivio. Por eso podía regresar cada vez, aunque no tuviera el valor de entrar.

Pero esta vez no estaba sola.

La castaña que la acompañaba pegó un grito que se escuchó desde fuera. Que se callara, eso era lo que le pedía a Erin, pero la muchacha daba más pasos hacia delante mientras su cruel hermana retrocedía. Justo entonces, la bomba estalló. Madison alzó la mano y abofeteó a Erin, con una apariencia de desquiciada típica de películas. Sin embargo, aquello era real.

La había pegado.

No podía pensar con claridad, el cuerpo se le movía solo. Se echó la capucha hacia atrás y dio el primer paso firme, al que le siguieron muchos más. Abrió con fuerza la puerta de la floristería, la furia de sus ojos atravesó los de Madison. En un instante, estaba entre las dos, sujetando con fuerza el brazo de la hermana mayor.

—Vuelve a ponerle un dedo encima, si te atreves. —declaró el albino, con la voz ronca y amenazante.

 —declaró el albino, con la voz ronca y amenazante

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora