XXXII - No importan las mentiras

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Erin sintió la repentina vergüenza de haberse dejado llevar y se enfocó en limpiarse bien todas las lágrimas

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Erin sintió la repentina vergüenza de haberse dejado llevar y se enfocó en limpiarse bien todas las lágrimas.

Había perdido los papeles, porque Saeran no tenía la culpa de nada de lo que le pasaba, ni de perder la floristería, ni de no poder ver el mundo como todos los demás.

Tampoco podía hacer lo mismo que él, refugiarse en su dolor y cargar con el pesar de la melancolía. Ella no era así.

—Olvídalo. ¿Qué quieres?

—Pasaba por aquí, no he venido a nada. —Respondió malhumorado.

Después de haber hablado tantas veces con él, creyó haberle entendido. Lo hacía a ratos, pero eso no era suficiente. Todo lo contrario, era frustrante, querer alcanzar algo y no poder hacerlo por ningún lado.

—¿Te irás?

—¿Quieres que me vaya?

Nunca respondía directamente.

—¿Por qué te fuiste?

—Quería estar solo. Ya estoy bien.

Saeran escondía la cara por miedo a que Erin pudiera descubrir que mentía, desgraciadamente para él a ella no le hacía falta mirarle a los ojos para darse cuenta de ello.

Las palabras del albino tenían el mismo peso que una pluma. La verdad no hacía falta ponerla en boca de ninguno de los dos, había quedado a la vista en centenares de ocasiones, esa era que Saeran se negaba en rotundo a que alguien entrara en su corazón. Él no necesitaba despejarse, no necesitaba pensar ni alejarse de sus dolores de cabeza, él necesitaban huir. Era la única forma que conocía de mantener su orgullo entero e intacto.

—Está bien si quieres seguir así, a mi no me importan tus mentiras, Saeran.

En vista de que abrió la boca para contestar, Erin volvió a hablar.

—No te digo esto para que te enfades. Lo menos que quiero el día de hoy son más conflictos. Si eso es todo lo que vas a decirme, muy bien, ya tengo mi respuesta. —Se cruzó de brazos—. Puedes irte.

«¿Tanto le había jodido?» se preguntó el ojiazul. Porque Saeran había hecho cosas peores más que irse a esconder como un niño.

—¿Por qué me estás echando?

Quizás, todo este tiempo junto a él le haya servido para algo. No todo se podía solucionar con esfuerzo y una sonrisa. Todo tenía un límite, las manos de Erin estaban cargadas de tristeza, ya no podían sostener más recuerdos dolorosos.

Por primera vez, necesitaba huir y no absorber todo lo malo.

—Estás... tienes que calmarte un poco. No deberías quedarte sola, sabiendo que esa harpía puede regresar.

—¿No es eso lo que sueles hacer tú? Cuando no hay nada por delante del dolor, ¿no quieres estar solo?

—Pero es que yo no quiero dejarte sola.

—Pero es que yo no quiero dejarte sola

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora