XXXIII - Quédate

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Las palabras tan sinceras de Saeran la dejaron sin habla

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Las palabras tan sinceras de Saeran la dejaron sin habla. Por un lado, era dulce, lo que había deseado oír toda su vida. Pero era solo eso, porque Saeran no dudaría en dejarla así, con la miel en los labios. Después de todo, ya lo había hecho una vez. Fuera cual fuera el motivo, huyendo de lo abrumador de sus sentimientos nacientes, o por la cobardía de sentir algo tan cálido en el pecho tras soportar incesantes nevadas durante años.

—Me pone enfermo verte llorar. ¡Me enfada que se haya atrevido a pegarte! —El albino levantaba la voz y Erin no se sorprendía—. Y lo que más me molesta es haberte dejado sola. Si yo no me hubiese ido... si me hubiera quedado contigo, nada de esto habría pasado.

Erin se secó las lágrimas, sin poder hablar por culpa del nudo que se había formado en su garganta. De alguna forma sabía cuando Saeran sentía frustración, cuando estaba a punto de estallar o cuando se enfadaba. No se sorprendía justamente por eso.

Salvo en ese momento. Erin no fue capaz de anticipar que Saeran se rendiría ante ella, revelando cuan arrepentido estaba por haber huido sin pensar en nadie más que él mismo.

—Me creas o no, no voy a irme. Ya no más. —La miró con tanta solemnidad que la chica creyó que el suelo empezaba a temblar—. Pueden valerte más las mentiras o la verdad.

—Pues haz que te crea. —Se abalanzó sobre él, aferrándose al cuero de su chaqueta negra—. Quédate y no te vayas más.

Saeran cedió, abrazando a Erin con delicadeza, pero a la vez pensando con fiereza, porque su maldita hermana se las iba a pagar.

Esa bruja del demonio no iba a salirse con la suya.

Esa bruja del demonio no iba a salirse con la suya

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora