XII - Sonrisas que llenan

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Erin abrió la tienda como lo hacía cada mañana desde que Saeran empezó a trabajar como su empleado

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Erin abrió la tienda como lo hacía cada mañana desde que Saeran empezó a trabajar como su empleado.

Por lo general, las jornadas eran calmadas. Salvo aquel incidente con los niños, Saeran se mantenía tranquilo, aunque con la mirada perdida en algún sitio. No era difícil para la castaña deducir que, incluso cuando sus ojos azules se concentraban en las flores, tenía la cabeza en un lugar muy diferente.

—Mañana viene un nuevo pedido, debes acordarte.

—No hay problema.

Conversar con Saeran era difícil, sus respuestas cortantes lo hacían imposible. Toda la alegría que desbordaba Erin no era suficiente para sacar del interior de Saeran aquel lado bueno que su hermano aseguraba que tenía.

—Está siendo una mañana aburrida, ¿no crees?

—El tiempo pasa lento. —dijo él, con el codo apoyado en el mostrador y la barbilla sobre la mano, sosteniéndose—. Erin.

La castaña se volvió para mirarle.

—Va a entrar un niño. —Anunció.

Suponía que después de aquel día, prefería no tener que lidiar con críos. La muchacha se alisó el delantal y se acercó al pequeño, que entró con timidez y ojeó algunas de las flores de la entrada.

Saeran se temía lo peor. El niño arrastraba una bolsa sucia y sus ropas estaban muy estropeadas. A pesar de ello, la dueña de la floristería no reparó en acercarse a él con una gran sonrisa.

—Hola, ¿puedo ayudarte en algo?

Los redonditos ojos del pequeño escanearon la figura de Erin y encontraron los ojos claros de Saeran un poco más atrás.

—Es el cumpleaños de mi madre. —susurró el niño. Introdujo la mano en el bolsillo sacó unas pocas monedas—. ¿Puedo comprar algo con esto?

Erin se agachó y miró las canicas oscuras del pequeño. De cuclillas delante de él, extendió aún más su sonrisa y le obligó a cerrar la mano en un puño.

—De ser así, quiero hacerle un bonito ramo a tu mamá. Le tendrás que decir que también se lo regalo yo, ¿te parece?

Saeran se irguió sorprendido. «¿Cómo es posible que sea tan buena?» se preguntaba.

Trabajar en la floristería iba a ser una molestia, lo era tener a la muchacha encima todo del día. Sin embargo, ¿por qué no podía apartar la mirada mientras le hacía aquel ramo al niño?

 Sin embargo, ¿por qué no podía apartar la mirada mientras le hacía aquel ramo al niño?

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora