VIII - Una entrometida

1.4K 220 17
                                    

Aceptar aquel trabajo había sido una buena decisión, o eso quería creer Saeran

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aceptar aquel trabajo había sido una buena decisión, o eso quería creer Saeran. No tenía ninguna complicación y le permitiría salir de la casa de su hermano. No obstante, el problema era Erin. 

Aquella muchacha sonriente que, a simple vista, no podría suponer un problema. No muy lejos de la realidad, lo era. Se había convertido en su sombra. Por alguna razón, siempre le echaba un ojo, y en la mayoría de ocasiones se acercaba a él para ayudarle. Pero eso no era lo peor. En ocasiones, la dueña se la floristería parecía un fantasma. Se acercaba con tanto sigilo que el ojiazul era incapaz de percibirla, y no se daba cuenta de que estaba ahí. Saeran adoraba las flores, y cuando empezaba a regarlas o colocarles sus abonos específicos, se abstraía de su mundo. Alcanzaba unos niveles de concentración envidiables, lo que también suponía una desventaja. Erin solía aprovechar estos momentos para atacar.

—Vaya, si que deben de gustarte las flores, ¿no? 

Saeran pegó un brinco, y cuando la vio arrodillada como él, a su lado, con una resplandeciente sonrisa y las mejillas rosadas, frunció el ceño. 

—No es asunto tuyo.

La lengua de Saeran era tan afilada como un sable, pero no cortaba la ilusión de Erin.

—Pero me interesa saber lo que te gusta. —dijo con franqueza—. Tu rostro se vuelve amable cuando rocías las plantas. Esa cara que da tanto miedo desaparece.

—Si te da tanto miedo, ¿por qué te pegas tanto? —se puso en pie—, dime, ¿no asusto más así de cerca?

—Oh, pero aunque tu cara de miedo no eres malo de verdad. Por eso puedo estar cerca de ti y no me asusto. —Confesó con una sonrisa—. Además, te gustan las flores casi tanto como a mí. Eres mi camarada, no puedo tener miedo de ti.

—Eres tú la que ha dicho que doy miedo. —Se palmeó la frente—. Diablos, me voy a volver loco en este lugar.

Aquella mujer era increíblemente estúpida y Saeran no sabía que hacer para librarse un poco de ella. Imposible. Erin era su jefa, después de todo.

—Vamos, no pongas esa cara hombre. —Se levantó—. Venga, vamos a empezar a organizar un poco todo este desorden.

Y con eso se refería a que debían comenzar a ponerle etiquetas de color a las nuevas adquisiciones. El trabajo más aburrido y tedioso estaba por comenzar.

 El trabajo más aburrido y tedioso estaba por comenzar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora