LIX - Invitación

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¿Cuántas veces había comprobado su reflejo en los cristales de los coches o en los escaparates de las tiendas?

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¿Cuántas veces había comprobado su reflejo en los cristales de los coches o en los escaparates de las tiendas?

Que ridículo.

¿Cuántas veces se había desabotonado el cuello de la camisa para después volverlo a abotonar?

Saeran había perdido la cuenta de todas ellas. ¡No era normal! No se sentía normal, y era lo único que quería. Pero era incapaz. Nunca antes había ido de visita a la casa de nadie. Principalmente porque siempre había estado cautivo, ya fuera por su madre, o por la salvadora.

Aunque, si lo pensaba otra vez, la invitación de Erin tampoco era del todo normal. Le había enviado un mensaje de texto. Ella no suele hacer esas cosas. Es más tradicional. Prefiere hablar por teléfono, y no escribe cartas porque no se consideran tradicionales, sino desfasadas.

Así que no se podía decir que la joven tuviera mucha afinidad con las aplicaciones de mensajería instantánea.  Saeran tuvo que frotarse los ojos cuando recibió el mensaje.

"¿Quieres venir 🚶‍♂️mañana a comer 🍰🎃?"

"Te lo prometí 🤝"

Por supuesto que Saeran obvió los emoticonos de Erin, y aceptó la proposición.

Lo inusual de la situación, sin embargo, impulsaba la inestabilidad de Saeran. Conductas de comprobación cada segundo y medio, sin exagerar. Se doblaba las mangas. Se colocaba el cuello, lo abotonada y lo desabotonaba.  Se peinaba el cabello ya repeinado. Cualquiera se daría cuenta de lo nervioso que estaba.

Llamó al timbre de la puerta exterior. Erin contestó con la melodía más hermosa en la voz. Saeran dejó de respirar por un segundo, por suerte el berrido del portero abriéndose le hizo poner de nuevo los pies en la tierra.

Lo mismo se repitió en la puerta del apartamento de Erin. La diferencia es que esta vez abriría ella, con las mesillas sonrosadas y una horquilla en el pelo. Sonriente, como de costumbre. Con un vestido blanco, de estampado floral, por debajo de las rodillas y con mangas.

Saeran no pudo evitar pensar que estaba preciosa. Por todos los males, vaya que lo estaba. El chico balbuceó delante de la puerta, sintiéndose que sus pies se volvían pesados como el plomo.

—¿Te vas a quedar ahí?

—¡Claro que no! —Rugió avergonzado—. Si no te quitas, ¿cómo quieres que entre?

 Si no te quitas, ¿cómo quieres que entre?

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora