LXXIX - Marchita

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A Saeran siempre le habían gustado las flores

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A Saeran siempre le habían gustado las flores. Nunca había sabido realmente por qué. La fragilidad, la belleza, la vitalidad... no había sido por nada de eso.

Pero ahora lo sabía. Nunca se había tratado de las flores en sí mismas.

Se trataba de ella.

Erin.

Pasó por delante de la floristería. La cristalera estaba sucia y el cartel de cerrado parecía no haberse cambiado en días.

Saeran sintió algo pesado en el estómago.

Entró por la puerta de atrás. Le sorprendió que estuviera abierta. Ella nunca la dejaba así.

Sus ojos chocaron con una imagen desagradable. La trastienda era un verdadero caos. Los abonos desordenados, las bolsas apiladas sin clasificar, macetas acumuladas... y flores marchitas.

No pudo contener la impulsividad y se adentró hacia el corazón de la floristería. No esperó encontrarla allí, no espero verla hundida tras el mostrador, perdida en las ramas oscurecidas de una flor que alguna vez habían sembrado juntos.

Eso también se estaba marchitando.

Saeran no tuvo tiempo de frenar sus pasos, no cuando la voz de Erin le llegó a los oídos. Más débil que nunca.

—Saeran... —murmuró ella.

Y esa plaga que estaba marchitando la vida de la floristería había alcanzado también el otoño de sus ojos.

Y esa plaga que estaba marchitando la vida de la floristería había alcanzado también el otoño de sus ojos

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El amor a través de ti - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora