CAPÍTULO 38

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Mi ojos parpadean una, dos, tres veces... Es una habitación que vi antes de forma fugaz desde el umbral al enseñarme la casa. Es un dormitorio con una cama central con una inmensa chimenea al frente de la misma anchura.

—Esta no es la habitación donde estuvimos con Andrea —opino mientras entramos.

Escaneo las paredes y busco las argollas.

—Exacto. No me apetece ir a esa habitación. Quiero que estés en la mía, donde duermo cada noche y donde ninguna mujer ha estado antes.

Me coge en brazos en un súbito instante, río con nerviosismo, y me deposita con cuidado en la cama de sábanas de satén de seda color berenjena. Al mismo tiempo, me quita los botines. Siento una suavidad extrema y reconfortante. Enciende la chimenea al pie de la cama. Mis ojos realizan un viaje por cada rinconcito de la habitación; el suelo es de madera como toda la casa, las paredes también son metalizadas, un diván, una pared de madera de arriba abajo que probablemente sean armarios ocultos. En el dormitorio hay dos niveles, uno donde está toda la estancia descrita y el segundo, subes dos escalones y accedes a un íntimo espacio circular donde solo hay un piano, envuelto de ventanales desde el suelo al techo, donde se ve la noche repleta de montañas y la luna custodiando el cielo. Lo había visto antes, pero con tanta información recibida a cual más exuberante no fui capaz de apreciar su majestuosidad.

—¿Tocas...? ¿Tocas el piano? —inquiero embobada.

Asiente con una sonrisa agridulce de pie frente a mí y contesta:

—Mi abuela me enseñó. A ella le encantaba tocar.

—¿Por qué lo tienes aquí? —Nada más expulsar la pregunta me arrepiento. Tendrá cuatro o cinco pianos más repartidos por toda la casa y no me di cuenta al estar extasiada por todo lo que me rodea.

—Porque solo toco para mí. No toco para nadie.

Me reclino en el colchón sujetada por los codos para enfrentar sus ojos.

Mis deseos se reorganizan a la velocidad de la luz: quiero que toque ese piano para mí.

—Yo soy alguien especial para ti —digo con ternura. Quiero que este hombre lo comparta todo conmigo.

—Esta es una de las razones por la cual no permito que nadie entre en mi dormitorio. Me pedirían cosas que no quiero hacer —argumenta cortante, pero sé que no se refiere a mí—. Cuando toco estas teclas, es solo para combatir batallas interiores conmigo mismo.

Se dirige con lentitud hacia el piano y se sienta en la banqueta.

Me muerdo la lengua. Me encantaría preguntarle tantas cosas, pero me contengo e intento hacer un viaje en el tiempo hasta alcanzar sus batallas y guerras. A penas lo conozco desde hace dos meses, pero sé que su madre murió cuando él era un niño. Su padre sufre de un trastorno mental grave como es la esquizofrenia. Fue un joven sumiso durante muchísimos años, arruinó una empresa familiar y alzó otra como un cohete, hasta tal punto de situarlas entre las mejores del planeta. Su vida debió ser una montaña rusa de emociones al límite de la vida y la muerte. ¿Y Jazmín, su amante muerta?

HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora