CAPÍTULO 7

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Quiero esfumarme, expirar, desaparecer de este lugar y meter la cabeza bajo tierra, no, bajo el hielo

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Quiero esfumarme, expirar, desaparecer de este lugar y meter la cabeza bajo tierra, no, bajo el hielo. No puedo permitir que me domine, que consiga manipularme como le da la gana, que dibuje en mi mente toda clase de deseos, emociones y sensaciones... Cruzo mis piernas y aprieto mi centro desnudo con mi entrepierna. Trato de calmar el hormigueo incesante, que se intensifica y humedece por cada palabra emitida de sus labios.

—¿Y —lucho por deshacer el nudo en mi garganta— cuál es mi pasado? —cuestiono en un vago intento de desviar la conversación.

—Es quien es, solo que sigue trabajando en ese manicomio. —Suelta su copa en la mesa. Él tan solo le ha dado un buche. Entretanto, yo llevo dos copas completas. Vuelve a coger mi copa de mis manos y la rellena.

—No, no quiero tomar más. —Niego con mi dedo índice—. ¿Cómo sabe que trabajé en una clínica psiquiátrica?

Suelta mi copa rellena en la mesa.

—Ya se lo dije, yo lo sé todo.

No quiero entrar en detalles del porqué lo sabe todo. Supongo que hoy en día con Internet, Twitter y Facebook no será difícil averiguarlo. Ponemos toda nuestra vida en bandeja. Aunque, pensándolo bien, no recuerdo haber mencionado los dos años que estuve en Madre Carmen en ningún lugar.

El vino al final ha logrado su cometido. Me permite hablar con él sin huir constantemente de sus ojos.

—No —me refiero al trabajo—. No, eso no —insisto y deslizo un milímetro mis gafas hacia mis ojos. Me duele demasiado el recuerdo de lo sucedido allí, aún sangro por ello—. Diré que estoy opositando. —Me quedo conforme con mi respuesta.

Él niega con levedad.

—¿Y de qué vive? ¿Cómo paga sus facturas? —inquiere.

—Tengo una pequeña consulta en mi domicilio donde atiendo a varios pacientes. Eso me da para vivir humildemente. —Clavo mis ojos en su mano, que cubre la mía—. Pero aún no me ha contestado. ¿Cuál debe ser mi pasado para gustarme que me azoten? —indago con retintín por la absurdez del hecho.

—Piense en todas las cosas que ha hecho mal. Piense en cada una de las injusticias que ha realizado y en el dolor que le genera. Ver esa reprimenda materializada en su piel, cómo se eleva a la superficie: en rojeces, arañazos, castigos. Es liberador, da placer. ¿No te arrepientes de nada, Leticia? ¿Crees que todos tus hechos han sido justos y certeros? ¿No hay nada en tu pasado que te robe el sueño del presente?

Zarzas repletas de espinas nacen de mi estómago y enredan mi garganta.

En este instante siento cómo sus dedos rodean mi mano y me aprietan con fuerza. Por reacción involuntaria, doy una sacudida, encojo mi brazo y me libero de él. El remordimiento, el dolor, la tristeza más profunda cae sobre mí y cala mis huesos, encogiéndome el corazón.

HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora