Mis ojos no hacen más que viajar de esquina a esquina por el espacio del pub. Lo busco, pero no lo encuentro. Se ha ido. En definitiva, se ha marchado.Retiro las manos con delicadeza, con el único objeto de huir del roce de los dedos de Arturo, y las escondo entre mis brazos, que entrelazo bajo el pecho.
—Leticia, ahora no sé qué voy a hacer. No sé qué será de mí —insiste en su tristeza y defraudo.
Empiezo a llorar.
Mi cuerpo ha mantenido durante todos estos días tanta tensión que explota en lágrimas. No aguanto tanta presión.
—No llores, Leticia, la culpa ha sido mía. Nunca debí permitir que fueses a ese lugar, debió ir otra persona. Tú eres una mujer inocente y vulnerable. —Su mano vuela a mi rostro y su dedo pulgar borra y difumina el resto de una de mis lágrimas.
—No, Arturo —sacudo la cabeza en un ademán de negación, pero con el verdadero móvil de separar su mano de mi mejilla—, yo no soy vulnerable ni inocente. Hiciste bien en permitirme ir. Mi problema ha sido la imprudencia, no la vulnerabilidad ni la contención. —Dios sabe que ha sido así—. Mi equivocación es que debí morderme la lengua ante las obscenas palabras que me dijo Óscar y nunca debí intentar acorralar a Daniela.
Sus brazos se estiran y en un segundo sus dos manos aferran mis mejillas, inmovilizando mi rostro.
—Ya, ya pasó. No pasa nada, Leticia. Lo has hecho lo mejor que has sabido. Quizás ahora sí puedas hacer algo por mí.
—¿Qué? ¿Qué puedo hacer por ti? —pregunto desconsolada y esperanzada—. Si está en mis manos, lo haré. Pídeme lo que quieras, Arturo.
Siento su pulgar rodear mi mandíbula, ascender por mi barbilla y rodear mis labios. Contengo el aire y las órbitas de mis ojos sobresalen de mi cara. De nuevo encarcelada entre sus manos, busco el perfil de Fernando.
Estoy inmóvil y estupefacta. Abro la boca, pero la vuelvo a cerrar. No sé qué decir y tampoco sé qué hacer, solo quiero levantarme y marcharme de aquí. No entiendo qué hace Arturo acariciando los perfiles de mis labios; sujeta mi rostro y escruta mis ojos. Veo cómo me sonríe y cómo sus pupilas destellan. Es el momento, mucho antes de poderlo imaginar, que gira con levedad su cara. Sin darme cuenta, su cincelada y fina boca me roza y une sus labios a los míos. El calor de su roce me genera ansiedad y rebeldía, pero mi estupefacción y parálisis no me dejan reaccionar.
—Consuélame, Leticia, y me harás feliz —dice al separarse por un corto instante de mis labios y tira de mi cabeza con la intención de ahondar aún más en mi cavidad a la vez que una de sus manos vuela a mi pecho. ¡Su mano derecha rodea mi pecho!
Subo las manos, empujo sus hombros y gruño con fuerza. Sin embargo, él se aferra más a mí y me acorrala contra el sofá.
Gruño más fuerte en su boca y empujo sus hombros más y más fuerte, pero Arturo no se separa un milímetro de mi boca y su mano se aferra aún más a mi pecho, apretándolo.
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HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)
RandomFernando, hermético, envuelto de poder, lujuria y el control absoluto de todo y todos, lucha por someter a Leticia a cada uno de sus caprichos a un mundo completamente desconocido de seducción y puro sexo... Un asesinato por resolver, misterios, si...