CAPÍTULO 64

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Lo veo detrás de la cancela de su mansión. Es él quien abre la reja. Está ahí vestido de traje, como siempre. Su pecho y cintura están abrazados por una mochila negra y gris, de esas que sirven para llevar al bebé, también lleva una cesta de mimbre colgada del brazo llena de frutas. Esa imagen es encantadora.

—Buenos días —dice cariñoso tras abrirme la puerta del coche. Sus labios esbozan una sonrisa eterna ensamblada con la mía, supongo que por la ilusión de volver a vernos.

—Buenos días —saludo—. Me gusta tu nueva mochila —comento ilusionada.

Se mira el pecho y vuelve a sonreír satisfecho. Tan sexi, guapo, y con el bebé colgado en su pecho, va a estar irresistible.

—A mí también —contesta orgulloso.

Desaparece y vuelvo a encontrarlo en la puerta del copiloto; desabrocha a nuestra albondigita de la silla del coche. Me doy prisa para salir y ayudarlo a colarlo en la mochila, a colocar cada pierna en su correspondiente hueco. Es tan tierno verlo así a los dos. Tan, tan bonito.

Acaricio la espaldita de nuestro bebé dentro de la mochila y miro a Fernando a los ojos sin encontrar palabras.

—Hace una tarde increíble para pasear por el jardín. —Asiento feliz—. Aunque te vas a dar cuenta de que es más un bosque que un jardín. ¿Sabías que lo compré en una subasta pública del gobierno y después construí la casa? Lo que más me interesaba era este jardín, que pertenece al siglo XIX. Fue propiedad de varios aristócratas, los cuales fueron edificando diferentes esculturas en todo el recorrido.

Le sonrío curiosa, me coge de la mano con suavidad, y me dejo guiar.

—¿Quieres algo de fruta? —inquiere dulce.

—Una manzana.

La saca del cesto.

—Está lavada. —La besa y me la da.

Caminamos en silencio por un precioso jardín que no tarda en convertirse en un frondoso bosque cada vez más salvaje. Los árboles son tan altos y retorcidos que muchos de ellos se abrazan en las alturas, convirtiendo los caminos en pasarelas. La sombra y la frescura del aire nos envuelve en la mayor parte del trayecto. Estoy sujeta de su mano con codicia, sin emitir una sola palabra, sumergida en la más pura naturaleza dentro de sinuosos y preciosos senderos. Cada dos pasos, el jardín nos sorprende con una arquitectura de piedra, estrechas escalinatas cubiertas de moho, puentes, estanques de agua verde llenos de nenúfares y ranas, fuentes con estatuas de ángeles que sujetan cantaros de donde sale el agua, elevadas y vertiginosas cascadas, plantas exóticas procedentes de todo el mundo... Es un jardín misterioso, mágico y sobre todo romántico, muy romántico.

—Es impresionante. ¡Es precioso! —le digo mientras noto su mano apretar la mía. No puedo cerrar la boca de la impresión que me causa cada paso.

Se detiene en seco al pie de un estanque de agua y gira mi cuerpo hacia él.

Acuna mi rostro con sus manos con suavidad, me mira con intensa dulzura y, sin aviso ni preámbulos, empieza a besarme con delicadeza y deleite.

—Preciosa eres tú —dicta. Apoya su frente en la mía mientras abrazamos a nuestro bebé—. Este jardín os estaba esperando para recobrar la belleza y el sentido.

Sonrío extasiada por todo lo que me rodea y por todo lo que siento a su lado.

—Los antiguos dueños, los altos y pijos aristócratas, se obsesionaron en que en el jardín estuviesen las especies más frecuentes de los cinco continentes del planeta, por lo tanto, hay más de cien ejemplares de todas las partes del mundo.

HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora