CAPÍTULO 53

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Julio de 2007

Querido ángel:

Mis labios me sorprendían sonriendo al mirarte a lo lejos y mis ojos volvieron a apasionarse con la ilusión de volver a verte, antes de conocerte, cuando solo te miraba de lejos. Sin darme cuenta, empecé a permitirme sentir, pues ya había sufrido suficiente, porque aprendí demasiado de la soledad, esa que te deja desarropado, desnudo y dividido hasta el punto de que tu propia sombra huye de tu cuerpo al situarte en un rincón tan oscuro y sobre todo porque había empezado a amarte en la distancia, aunque jamás tuviera el valor de decirlo en voz alta.

Después, cuando te busqué, no te quería besar. ¿Te acuerdas, mi amor? Me sentía un traidor de mi culpa. Sabía que al besarte volcaría todo el amor que ardía en mis profundidades. No sabría fingir ante mi persona y solo fui capaz cuando estuve envuelto en el inmenso arrepentimiento por haberme dejado llevar por el demonio que habitó en mí durante tanto tiempo. Sin embargo, en ese beso levanté las manos en forma de rendición ante mi corazón. El amor venció al profundo odio a mí mismo y me liberé de las sogas que apretaban mi cuello...

Mis besos son tuyos, son inventados solo para ti. Solo me salían contigo. Jamás supe besar. Jamás besaba...

Te amo.

Y te echo terriblemente de menos...




HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora