CAPÍTULO 23

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-Necesito hablar con Daniela, necesito terminar con todo esto de una vez por todas -suplico desesperada a su mirada-

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-Necesito hablar con Daniela, necesito terminar con todo esto de una vez por todas -suplico desesperada a su mirada-. ¡¿Daniela?! -vuelvo a preguntarles a todos. A continuación, lo miro a él-. Por favor, necesito hablar con ella -le pido inerte ante sus ojos.

Cierra los ojos consternado y aprieta su mandíbula, reteniendo en su rostro ¿dolor? Al abrirlos, me coge de la mano y me lleva al jardín.

La veo de lejos en un banco de piedra abanicándose.

Emana poder y arrogancia con ese semblante y efluvio de superioridad que me pone enferma.

Tenso mis dedos para deshacerme del agarre de la mano de Fernando. Se resiste. «¿Por qué?». No obstante, lo consigo con esfuerzo y alzo el paso hacia Daniela.

Tomo el último impulso porque mi cuerpo está devastado y mi alma ha expirado. Soy un zombi sin espíritu que quiere mover su última pieza para poder rendirse y salir corriendo del infierno en el que me encuentro donde yo misma me he enterrado.

-Leticia -me llama a solo tres metros de él. Me giro con levedad y mantengo mi perfil por encima del hombro-, no voy a permitir que te separes de mí. Olvídate de eso, porque no lo voy a permitir.

Lo ignoro.

-¿Puedo hablar contigo? -le cuestiono a Daniela frente a su cuerpo sentado, frente a sus infinitas y perfectas piernas cruzadas.

Levanta con pesadez su rostro hacia mí y sus ojos se emborrachan por el fastidio que le supone dirigirme la mirada y la palabra.

-Te lo ruego. -Sueno desesperada, como lo estoy.

Bufa y gira la cabeza con desaprobación.

-¡Habla! -exclama y mira hacia un lateral-. Di lo que quieras, nadie te lo impide. No voy a taparme los oídos.

-Daniela -respiro-, sé que no soy santo de tu devoción.

-Impresionante... -Voltea sus ojos al cielo y después me observa-. ¿Has llegado tú sola a esa conclusión? -inquiere sardónica y vuelve a perder su vista en el paisaje.

Le divierte ignorarme.

«Imbécil».

-De acuerdo -aprieto mis dientes-, seré concisa. -Tomo impulso. Todo debe ser creíble. «Dios, por favor, dame fuerzas para lo que estoy a punto de hacer y decir»-. Daniela, mi amo me ha confesado que estoy muy lejos de darle lo que él necesita y que esperaba mucho más de mí. -Trago con dureza y quiebro mi voz-. Sé que terminará dejándome.

El dolor se dibuja en mis ojos y los humedece. Esas palabras no son verdad, pero yo las siento así porque no quiero volver a verlo jamás, al igual que a ella, al igual que a este bochornoso y aberrante lugar.

Su cara se ilumina y sus ojos brillan.

Por fin capto su atención.

-¿Y? -Está divertida-. ¿A mí qué me cuentas? ¿Qué tengo que ver yo con eso? -Su tono se tercia chulesco y desconfiado. Cruza sus brazos debajo del pecho. Cada vez el disfrute se dibuja con más nitidez en sus ojos.

HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora