Nos mantenemos unidos, pegados, fundidos durante largos segundos, hasta que sus manos imperiosas tiran de mi cuerpo con frenesí hacia el lateral izquierdo. Me obliga a mantenerme bocarriba al situarse encima de mí e hincar los codos en el colchón, cada uno a un lado de mi perfil, asombrado. A continuación, devora mi boca como un león hambriento y juega con mi pasiva lengua atormentada en una danza abrasadora.—¿De qué tienes miedo? —inquiere turbado en mi boca en respuesta a la pasividad de mis labios en el beso.
—No tengo miedo —susurro.
Me retuerzo debajo de él y le obligo a desistir de su postura hasta que se tumba a mi lado bocarriba.
—¿Es a mí o te tienes miedo a ti? —insiste. Gira su rostro. Siento su mirada en mi perfil, que se resiste a corresponderlo—. Mi agente, no voy hacerte daño. Nunca más volveré a hacer nada que te cause el mínimo dolor —dice tremendamente dulce y arrepentido.
Cierro los ojos y sonrío al sentirme arropada por el tono de su voz.
—Lo sé —confieso débil y resignada.
«Lo sé porque esta noche es solo una despidida».
—Entonces, tienes miedo de ti misma —dictamina. Su mano vuela a mi barbilla; me insta a mirarlo y a hundirme en el torbellino oscuro y sin salida de sus ojos—. Tienes miedo de todo lo que sientes por mí —declara el muy osado como si mis pupilas fuesen un pergamino donde está escrito todo lo que siento.
Me mantengo en silencio. Por supuesto que tengo miedo. Sufro pavor en caer en el precipicio de mis emociones y terminar zarandeada y destrozada por los golpes que voy a recibir. No me refiero a los físicos, me refiero al dolor que genera asesinar la esperanza y destripar la ilusión que ha sido hilvanada por momentos invaluables, momentos con el poder de dar el significado y el valor a toda una vida, con el mismo poder de quitarle el valor y el significado a lo que resta de mi miserable existencia.
—No tengo miedo, Fernando —digo débil.
Una sonrisa dulce y bailarina brota de sus labios. Es sensual y seductora, pero me apuñala el alma porque me demuestra lo soberbio y engreído que es.
—No sabes mentir —dice con voz baja pero firme—. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Los proverbios se mantienen generación tras generación porque se cumplen siempre. —Gira su cuerpo, se sitúa de costado y apoya su carita de ángel sádico en la palma de su mano levantada desde el codo—. Tienes miedo de todo lo que sientes por mí, de necesitarme como yo te necesito.
Le miro petrificada sin poder hablar, ni tan siquiera moverme.
—Cree lo que quieras —es lo único que consigo vocalizar con credibilidad porque estoy desmontada en pedacitos de mí.
—Me necesitas lo reconozcas o no —suelta con picardía—. Mi agente de policía, sé valiente y arriesgada. En el punto donde te encuentras ya no existe retorno. Es tu felicidad la que está en juego. Merece la pena cualquier riesgo que enfrentes, porque la vuelta atrás es el maldito limbo, el vacío absoluto. —Sus palabras son expulsadas al aire con la seguridad de un Dios que todo lo ve y todo lo sabe. Sonríe abiertamente con un magnetismos abrumador que me enferma de placer.
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HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)
RandomFernando, hermético, envuelto de poder, lujuria y el control absoluto de todo y todos, lucha por someter a Leticia a cada uno de sus caprichos a un mundo completamente desconocido de seducción y puro sexo... Un asesinato por resolver, misterios, si...