Espacia mi entrada y me invita a sentarme con el brazo y mano extendida.Contengo el temblor de mi cuerpo y alzo mi pierna para introducirme en el impresionante coche, el más lujoso y caro que jamás me he sentado hasta ahora. Sus ojos barren mi cuerpo. Siento su peso en mis zapatos, en mi vestido e incluso en mi pecho al apoyarme en el respaldar. Mantiene sus ojos posados en mí con un descaro audaz. Acto seguido, rodea el vehículo y se sienta en su asiento.
Una oleada de olor a perfume, seductor y perturbador, invade mis fosas nasales.
Su mirada negra y juguetona observa de cerca mis ojos.
—¿Cómo ha estado, agente? —pregunta sin desviar su interés de mí.
—Muy bien. —Tiene el don y el carisma de envolver las situaciones de confianza—. ¿Y usted, señor Montesinos?
Tras varios segundos, huyo de su mirada embaucadora y fijo mis ojos en mis manos.
—Muy bien, algo nervioso por verla. —Me regala una perspicaz y juguetona sonrisa que descubro al mirarlo de nuevo. Antes me creo que ha salido del armario de la heterosexualidad a que ha estado nervioso por verme. Es un cínico de lo más sinvergüenza que le divierte su superioridad e insensibilidad—. Muchas gracias por su preocupación, agente.
Retengo las comisuras de mis labios. No quiero corresponderlo con una sonrisa. Fijo mi rostro y mi vista en la ventanilla. Arranca el motor y se tira a la carretera.
Estamos inmersos en el bullicio de la noche de un viernes y en la aglomeración del tráfico.
—¿Nerviosa? —Busca mi atención.
—No —miento—. ¿Debería estarlo? —Giro mi perfil hacia él.
—No, en absoluto. A mi lado no tiene nada que temer.
«Justo ese es el problema: estar a su lado».
—¿Qué me espera encontrar allí?
—Uhm. —Silencio—. Es difícil de explicar, pero asistirá a una ceremonia pequeña. Podrá acostumbrarse poco a poco a lo que va a ver. No se preocupe.
—¿Acostumbrarme?
—Sí.
Sacudo mi rostro con levedad y frunzo el ceño.
—¿A qué debo acostumbrarme exactamente? —cuestiono con un matiz irritado.
—Entre otras cosas, por ejemplo, sus vestimentas le pueden resultar un poco atrevidas. —Pasea sus ojos por mi vestido—. Quizá hieran un poco su sensibilidad, sobre todo viendo su estilo de ropa y de vida.
«Te equivocas por completo. Un vestido provocador no me amedrantará en absoluto».
—No me subestime por mi ropa, señor Montesinos. Soy muy difícil de sorprender. —Le dedico una mirada de suficiencia, la más soberbia que sé interpretar.
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HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)
RandomFernando, hermético, envuelto de poder, lujuria y el control absoluto de todo y todos, lucha por someter a Leticia a cada uno de sus caprichos a un mundo completamente desconocido de seducción y puro sexo... Un asesinato por resolver, misterios, si...