CAPÍTULO 18

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Desde el lunes en la comisaría, frente a Tomás, no sé nada de él

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Desde el lunes en la comisaría, frente a Tomás, no sé nada de él. He leído, releído y analizado mil veces su escueto mensaje. Me he agarrado a su recuerdo y amansado mis ansias.

Son muchos los momentos en el día en que me obligo a rechazarlo, porque reconozco que es una locura el haber accedido a tal descabellada proposición. No obstante, mi resistencia aporta una sed más honda y profunda. Me repito y aprendo una y otra vez que ir contra mis deseos es desearlos con más intensidad, por consiguiente, opto porque fluyan en mi interior sin rebeldía.

Hoy por fin es viernes.

Arturo, mi comisario, me ha dado la tarde libre y estoy como una boba sentada en mi sofá frente a la tele, sin verla, mientras acaricio la pantalla de mi móvil desde hace más de una hora.

«Te recogeré el viernes y pasaremos todo el fin de semana juntos en el castillo».

Espero una llamada o mensaje en la que me indique la hora exacta.

A cada minuto de su ausencia, no he hecho más que desearlo. Me he vuelto adicta a las sensaciones que me regala y ruego que no se arrepienta. Quiero y necesito ir a ese castillo por ambas razones: lo que me hace sentir y, por supuesto, por Jazmín.

Pi, pi.

Escucho un mensaje; tambores africanos empiezan a sonar en mis sienes.

Soy consciente de su juego: un morboso mensaje el lunes y un vacío eterno durante cuatro días. He ansiado cada noche un mensaje que no ha llegado. Cada noche se ha adueñado de mi mente gracias a su sencillo juego y he vivido un huracán de emociones contradictorias. De necesitarlo a odiarlo, de repudiar mi actitud y su conducta a desearlo como la sangre al oxígeno. Mi negación, mi culpa y mi miedo no han hecho más que jugar en mi contra, dándole más puntos de deseo a mi manipulador contrincante.

Mis dedos tiemblan cuando deslizo mis yemas por la pantalla.

Leo, respiro y me regocijo del sentimiento que me aborda simplemente al leer «Abuela».

De: Abuela

Buenas noches. Te recogeré a las nueve en la puerta de tu bloque.

Para: Abuela

Buenas noches, Fernando. De acuerdo.

De: Abuela

Tras la puerta de tu piso, en el suelo, encontrarás una caja blanca. Quiero que te pongas ese vestido para mí. Siempre, y será la última vez que te lo recuerde, sin ropa interior.

Me dirijo a la puerta, la abro y cojo la caja que yace en el suelo. Me encierro en mi piso y, a continuación, cruzo los dedos, cierro los ojos y a tientas abro la caja.

«Por favor, que no sea de cuero. Por favor, de cuero no».

Mis párpados tiemblan y a los segundos recobro el valor para enfrentarme a la luz, a los colores y a las formas.

HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora