1 de enero del 2006
—Su hijo, Mateo, no va a entrar en un correccional, no se preocupen por eso —digo con firmeza, alivio y orgullo ante sus ojos llenos de lágrimas—. He luchado con todos mis medios para que no sea condenado como un agresor sexual porque sé que no lo es, pero para ello Mateo tendrá que ingresar en la clínica psiquiátrica Madre Carmen. Su hijo ahora mismo posee un agudo desorden fronterizo de la personalidad, inestabilidad de su propia imagen, negación social y un profundo pesimismo. Su hijo atenta sobre su propia vida y debe ser tratado con urgencia.
Enero de 2007
Estuvimos en el majestuoso edificio Inversiones Montesinos Interglovalfuturo. El cuello se nos resintió y el vértigo se instaló en nuestros estómagos tan solo al mirar hacia arriba el vertiginoso edificio. Fuimos Tomás y yo, pero no sirvió para nada; el señor Fernando Montesinos no nos quiso atender. Según él, no teníamos cita y no llevábamos orden de arresto. Además, ni siquiera nos lo dijo él mismo, se lo comentó a su secretaria, que a su vez nos lo comunicó a nosotros.
Ese vil sujeto sabe el motivo que nos llevó hasta allí, sabe la terrible y morbosa muerte de su amante, novia o amiga... y se quedó tan ancho en su inmensa e increíble oficina sin querer colaborar ni preguntarnos ni interesarse lo más mínimo. Una superioridad y frialdad tangible de un hombre poderoso que no teme a nada, o esa por lo menos es la imagen que quiere darnos. No le importa que mi compañero y yo, inspector y agente, podamos ofendernos. Le da igual. Él debe tenerlo todo bajo control.
—¿Qué está pasando? —escucho preguntar a Arturo, nuestro comisario.
Al parecer, acaba de entrar en nuestra área y ni siquiera nos hemos dado cuenta.
La comisaría consta de varios departamentos. El nuestro es una amplia habitación con tres mesas enormes y destartaladas. Necesitamos de mucho espacio y la estética nos importa un pimiento. Las paredes, sombrías y grises, están vestidas por amplias pizarras y amplios tableros de corcho, dando espacio solo a los enormes ventanales que nacen del suelo. De nuestra espaciosa habitación se accede a una sala de reuniones, una sala científica para los análisis de las pruebas y una sala para los interrogatorios con grabadoras, insonorizada, a no ser que se active el micrófono al exterior, que incluye un detector de mentiras en una esquina de la misma.
—Nada —contesta Tomás—. Nada, señor comisario.
—Exacto, nada. ¡No entiendo nada! —Arturo frunce el ceño y niega—. Acabo de entrar a la comisaría y acabo de ver al señor Fernando Montesinos, principal sospechoso, en el mostrador de la entrada esperando en la cola para ser atendido. ¿Alguien me puede explicar qué hace ese hombre ahí afuera?
Tomás sale de nuestra oficina acelerado sin pronunciar una sola palabra.
Por supuesto, sé hacia dónde se dirige.
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HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)
RandomFernando, hermético, envuelto de poder, lujuria y el control absoluto de todo y todos, lucha por someter a Leticia a cada uno de sus caprichos a un mundo completamente desconocido de seducción y puro sexo... Un asesinato por resolver, misterios, si...