Coloco la única mesa redonda que tengo en el centro del salón y la visto con mi mejor mantel, que es de color turquesa chillón pero coqueto, sobre todo nuevo. Servilletas blancas, platos blancos... Bajo veloz a la floristería de la esquina, compro tres rosas rojas, esparzo algunos pétalos por la mesa y coloco un fino jarrón con las dos rosas que me han sobrado. Después lleno mis escasos muebles de las pocas velas que encuentro, cada una de una forma, y apago la luz. Es rápido e improvisado pero romántico. Lo más importante es él, su compañía, y la cena, la cual me salió deliciosa; solomillo de ternera en su punto con verduras a la plancha y patata asada.
Escucho la puerta. Emocionada, la abro.
El trabajo fue asqueroso porque no avancé en la investigación, pero me resigno por hoy, solo por hoy. La ilusión por verlo me hace olvidar el sabor amargo de haber perdido el día.
—Hola —lo saludo con ternura y seducción al abrir la puerta.
No dice nada, simplemente sus labios se tuercen en una tierna sonrisa. Entra, cierra la puerta, acorrala mi cuerpo contra la pared y me besa con pasión.
—Te he echado de menos —confiesa, después se separa de mí, que jadeo ansiosa.
Agarra mi mano y recorre el pasillo hasta llegar al salón.
Se para en seco y me sonríe con ilusión.
—Gracias. —Mira a su alrededor. El salón está bañado de sombras nacidas por la tenue luz de las velas. La pequeñita mesa en el centro lo espera con una vela, una botella de vino y las pétalos de rosas esparcidos—. Es perfecto.
Nada comparado con su dormitorio, pero sé que es sincero. Me acerco, lo abrazo y busco sus labios, pero con sutiliza me separa de él y cae de rodillas en el suelo frente a mí, su mano se entierra en el bolsillo derecho y coge una pequeña cajita de terciopelo azul. Mi cuerpo inmóvil comienza a temblar, mis huesos pululan bajo la piel y mis músculos se contraen en sacudidas involuntarias.
«Estoy soñando. Esto es un sueño. Despierta, Leti, ¡despierta! Esto no puede estar pasando».
Está de rodillas y me observa desde abajo fijamente a los ojos.
Esa postura, esa cajita de terciopelo de una joyería, esos ojos...
—Ven, acércate más —me ordena con ternura, ya que mi cuerpo está paralizado junto a mi corazón y respiración.
Mi mente vuela al País de las Maravillas, donde todo es posible, a los cuentos de príncipes azules que conquistan princesas custodiadas por dragones entre llamaradas de fuego. Siento cómo miles de mariposas revolotean por mi estómago sin cesar. Intento con todas mis fuerzas amordazar la felicidad que dibuja el regalo de su interior e imagina cada una de las palabras de su entrega.
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HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)
RandomFernando, hermético, envuelto de poder, lujuria y el control absoluto de todo y todos, lucha por someter a Leticia a cada uno de sus caprichos a un mundo completamente desconocido de seducción y puro sexo... Un asesinato por resolver, misterios, si...