Es de madrugada y el hombre de mi vida sigue acunando mi cuerpo.
—Te amo —digo sin tapujos inspirada por el calor que transmite su balanceo.
—Yo te amo más —me susurra en el oído. Sus palabras se cuelan directas al núcleo de mis células—. Debo irme, mi niña, tengo mucho trabajo en la oficina. Esperaba que te despertaras y me sintieras.
—¿Qué hora es? —cuestiono.
Todavía es de noche.
—Son las seis de la mañana. Descansa. —Besa mi cabello—. Sigue durmiendo.
Se levanta, está vestido, y veo cómo su esbelta anatomía envuelta en un traje azul marino cruza mi puerta tras lanzar al aire un nuevo beso.
Continúo sumergida en mi paraíso privado, regocijada bajo las sábanas impregnadas de su olor, pero no puedo volver a conciliar el sueño.
Pienso en Jazmín y al instante me siento derrotada, hecha cenizas. Parece que tengo al mundo entero en mi contra. Arturo me quitó el caso y lo derivó a otra comisaria. Fernando, el principal interesado, desistió en la búsqueda de la justicia.
«¿Y si es él? ¿Y si el protagonista del siniestro y morboso asesinato es la persona con la que quiero compartir toda la vida?».
De repente, me invade una desesperación agónica al considerar dicha opción, pero el mecanismo de mi mente de rechazar el dolor la descarta al microsegundo.
«Superó con creces el detector de mentiras. Aunque yo no haya dejado de decírselo, en realidad no está loco, por lo menos no psiquiátricamente. Es imposible. Jamás hubiese insistido en resolver el caso si así fuese».
Mi mecanismo de defensa entierra los tóxicos pensamientos y vuelve a los recuerdos más bonitos de su persona. Mi sonrisa se ensancha y mi mente vuela más alto y cae en el brillo de sus ojos al verme aparecer por su empresa. Quiero volver a sorprenderlo. Quiero volver a deleitarme con esa luz que impregna mi vida de significado.
Mi excelentísimo comisario Tomás, llegaré a la comisaria un poco más tarde. Tranquilo, después saldré más tarde al final del día.
Le escribo en un SMS.
Debe pensar que la confianza da asco, pero no es así.
—Buenos días, Yudith, ¿cómo estás? —saludo con un entusiasmo desmedido.
Ella me sonríe con dulzura.
—Bien, muy bien, ¿y tú?
Asiento y sonrío como una boba. Estar enamorada y ser correspondida es como tragarse a un quokka, el animal más feliz del mundo. No hay un dios que te borre la sonrisa de la cara y el brillo de los ojos.
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HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)
RandomFernando, hermético, envuelto de poder, lujuria y el control absoluto de todo y todos, lucha por someter a Leticia a cada uno de sus caprichos a un mundo completamente desconocido de seducción y puro sexo... Un asesinato por resolver, misterios, si...