CAPÍTULO 60

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Las luces de la barra de bebidas se apagan con lentitud, oscureciendo aún más el lugar. Veo cómo se descorre una cortina negra. Ni siquiera me percaté de ella hasta este momento. Ante mis ojos se descubre un escenario a pocos centímetros de altura con el suelo lleno de velas. La profundidad y el efecto de las luces en el suelo es envolvente y fascinante. En la mitad distingo un piano negro.

La oscuridad, las velas, el piano...

Mi corazón empieza a palpitar por la emoción de la familiaridad del ambiente.

Un majestuoso hombre alto y erguido aparece en el fondo y se sienta con elegancia; una pierna flexionada encima del pedal y la otra un poco hacia atrás debajo del banquillo. La oscuridad y la poca luz que yace desde el suelo no me permite verle la cara, pero mi corazón se llena de júbilo y temblor al identificar la altura, su anchura y la postura. Su traje es negro. Su perfil mira hacia abajo con los ojos cerrados cuando la música, al pulsar la primera tecla, envuelve el lugar. Avasalla mi alma y derrite mis huesos. Mis ojos se humedecen y el corazón atronador comienza a golpear mi mundo a punto de resquebrajarlo y caer en un abismo de emociones indescifrables.

«¿Es él?».

Mis ojos, mi corazón, mi mente y mi espíritu están tan absorbidos por la imagen que no me percato de que estoy sola hasta que miro a mi alrededor. Estoy completamente sola. Mariza y Ana se han marchado y en el local ya no hay nadie, ni siquiera el camarero. Ahora entiendo sus miradas cómplices y sus previas preguntas. Al igual que su interés para elegir el día y el lugar.

Sus dedos comienzan a bailar sobre las teclas. La propagación y difusión del sonido gracias a la inmejorable acústica del local dirige el bombardeo de mi sangre y de mi corazón, que palpita como tambores africanos; predicen el terror de enfrentarme a mis más profundos y crudos sentimientos.

Pulsa la primera tecla del piano y mi corazón se encoge. Mis ojos se clavan en su perfecto perfil agachado de ojos cerrados. Sus dedos continúan sumando más teclas y mi cerebro identifica las emociones y la pura nostalgia encarnecida de la melodía.

Mi respiración sube y baja. Mis manos, piernas y pecho tiemblan sin control. El vértigo recorre mi sangre.

No sé si estoy preparada. No sé si estoy preparada para escuchar su voz al resucitar las letras que sé que le siguen a esa melodía de Ildivo.

No me abandones así

Hablando solo de ti

Comienza en un leve susurro, apenas puedo identificar las palabras pero mi mente se encarga de completarlas porque me sé la canción de memoria.

Ven y devuélveme al fin

La sonrisa que se fue

Su voz se endurece y toma más fuerza y más cuerpo. Canta increíblemente bien, ya lo oí en mi oído cuando me cantó la canción Abrázame, pero jamás pude imaginar que fuese capaz de cantar así.

Una vez más

Tocar tu piel

Y hondo suspirar

Recuperemos lo que se ha perdido

Mi corazón palpita atronador en mis sienes. Su preciosa y ronca voz, la letra de la canción, sus ojos que no me miran. Me falta el aire y mis ojos escuecen, arden por la lucha que se desata en mi interior. Llevo ocho meses echándolo de menos, terriblemente de menos. Él es el oxígeno de mi sangre que gracias solamente a mi bebé no ha muerto los tejidos de mi cuerpo, porque es parte de él.

Regresa a mí

Quiéreme otra vez

Borra el dolor

Que al irte me dio

HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora