CAPÍTULO 33

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Se apoya en la puerta de entrada y con su voz ronca pero sensual me dice:

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Se apoya en la puerta de entrada y con su voz ronca pero sensual me dice:

—Mi agente, ese no es el camino —declara tajante.

—Pues dime cuál es el camino —ordeno abrumada—. ¿Sabes qué? Empiezo a pensar que eres el menos interesado en encontrar al asesino.

Se acerca a mi posición en leves pasos con una borrada sonrisa entre sus labios.

Su sola presencia acercándose embriaga mis sentidos.

—Soy el más interesado, y lo sabes —recalca audaz y orgulloso. Frena sus pasos a un metro de mi cuerpo—. Soy el que ha mentido a toda su familia para darte la oportunidad de averiguarlo, pero... me equivoqué. Lo siento, pensé que estar en mi mundo conmigo te gustaba, que lo disfrutabas.

—Tu mundo es aberrante, no puede gustarme. La simple mención me ofende.

—Entonces... te has enamorado de mí —susurra. El cariño impreso en su voz llega a mí como una flecha al corazón.

Niego.

—Señor Montesinos, váyase. No puede estar aquí.

—Solo reconócelo una sola vez. Solo quiero escucharlo de tus labios.

—¿Qué quieres que reconozca? Eres un hombre atractivo, misterioso, inteligente. Me sentí atraída por ti cuando estuve allí, nada más.

Se acerca a mí. Apoyo las dos manos en el mármol compartido de los tres lavabos y reclino mi espalda hacia atrás para mantener la distancia de seguridad con ese hombre que posee el poder de hechizar todo mi sistema y organismo.

—Y anoche también se sintió atraída. —Pega sus piernas a las mías.

Mi respiración se agita y mi garganta se traga un gemido de placer.

—Por favor, vete. Va a llegar alguien y te va a pillar aquí.

—Me da igual. Me da exactamente igual.

—Pero a mí no —digo rotunda.

—A ti sí, mentirosilla. —Se acerca a mi labio inferior, lo captura con los suyos y lo muerde. Solo sé cerrar los ojos de placer. Siento su aliento mentolado. Posiciona su mano entre mis piernas y aprieta mi intimidad, aferrándola con furor—. Te mueres igual que yo porque volvamos a estar juntos.

Un suspiro rompe mi garganta al sentir la presión de su mano en el centro de mi placer.

—No quiero que vuelvas a tocar a Tomás ni que él se atreva a rozarte —susurra en mi oído. Desliza su dedo corazón arriba y abajo, ejerce la presión exacta y milimétrica para proporcionarme una oleada de placer y ansiedad por más—. ¿Lo has entendido?

Suspiro alterada. Solo con su voz dictatorial y el movimiento de su dedo puedo llevarme a la cúspide hasta romperme en placer. Lo miro a los ojos e imploro que una fuerza sobrehumana baje del cielo y me vuelva inmune al hechizo al que este hombre me ha condenado.

HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora