—Me has hecho el amor —confieso.
—Y ha sido un placer, mi niña—susurra febril.
Mi sonrisa desborda mi rostro y lo abrazo fuerte, muy fuerte.
Se incorpora en la cama.
Hago el mismo amago, pero retiene mi impulso con su mano y me obliga a permanecer tumbada.
—Quiero tus pinturas al óleo. ¿Dónde están? —Mi cara es un poema de asombro—. Sí, las mismas que utilizas para pintar tus paredes. —Mira el amanecer pintado en la pared del cabecero de mi cama.
—¿Cómo lo sabes? —Es un hobby que no digo nunca.
—Me lo has dicho tú, Leticia. Pintar te relaja.
Me extraño, pero él consigue todo lo que nunca hago. Por lo tanto, quizás en algún momento, bajo los efectos de mi estupor, rodeada de todos ellos y el alcohol consumido, se lo haya dicho.
—En el salón, en el segundo cajón del mueble de la televisión.
Da un salto de la cama y veo cómo se acerca a la puerta de mi dormitorio. Me incorporo con disimulo y mi brazo se estira para alcanzar mi pijama.
—¡Quieta! —Doy un repullo. Me asustó—. No te muevas —me ordena encantador. Sonrío—. Te quiero desnuda, o te arrancaré la ropa con mis dientes —gruñe con gracia, me enseña los dientes y sacude su cabeza, recreando a un tigre.
Tan solo me río y me quedo quieta, felizmente desnuda.
Entra con mi maletín de pinturas y un cuenco con agua caliente.
—Voy a pintar tu cuerpo. Quiero colorear cada uno de tus lunares para que queden grabados en mi mente por siempre.
Me pongo de costado, me apoyo en el codo y dejo que dibuje y coloree mi cuerpo. El pincel deslizándose por mi piel y sus ojos escrutando cada centímetro de mi desnudez es lo más romántico que he podido imaginar, mucho más de este hombre que solo sabe saciar los distintos agujeros de mi cuerpo.
No sé en qué momento me quedé dormida. Estaba de espalda y sentía cómo se deslizaba el caliente y húmedo pincel por mi columna vertebral. Abro los ojos; estoy arropada hasta el cuello y aplastada, ¡literal!, por sus brazos, parte de su torso y por sus largas piernas. Su aliento golpea mi oreja incesante. Solo puedo reírme ante mi aplastada situación porque estoy tan estrujada que estoy a punto de escupir un pulmón y medio del otro. Ya entiendo por qué su ama lo obligaba a dormir en el suelo, todo cuadra. A duras penas puedo respirar. Con elevada dificultad, me arrastro para desprenderme de su peso. Su cuerpo queda bocabajo sumido sin duda en un profundo y reparador sueño. Beso su cara, su cabello, sus hombros y su espalda. Está desnudo como yo. Lo admiro como lo que es, una obra de arte, y vuelvo a rendirme en mi sueño.
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HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)
RandomFernando, hermético, envuelto de poder, lujuria y el control absoluto de todo y todos, lucha por someter a Leticia a cada uno de sus caprichos a un mundo completamente desconocido de seducción y puro sexo... Un asesinato por resolver, misterios, si...