La mirada no es forzosamente los ojos de nuestro semejante, también es la ventana tras la cual suponemos que nos está acechando. Es un faro de luz intensa que revela y expone las grietas e imperfecciones de nuestra alma, incapaz de ocultarse una vez ha sido descubierta.Esa mirada escondía algo, era una ventana al interior de su mente, la cual quiso cerrar en el instante que mi pregunta elevó sus pensamientos al escrutinio de mis ojos. Hay dos razones, bueno, tres razones, por las que un ser humano seguro y arrollador como lo es él pueda intimidar a sus ojos; uno, el ocultamiento de algo que no quiere que sepa, que no sienta nada por mí no puede ser una de ellas: él nunca siente nada por sus sumisas. Dos, el miedo a que yo identifique algo que él se resiste en creer. Tres, una mirada fija absorbe un gran número de recursos mentales, discapacitándonos de realizar muchas otras actividades mentales, tales como fingir que lleva el control.
Abro los párpados y veo las dos hojas del balcón a un lateral de mi cama abiertas de par en par. Se despliega ante mí la vista más maravillosa que haya podido imaginar; es el amanecer en la cima de un impresionante y frondoso bosque. Frente a mis ojos se dibujan las altas montañas, el cielo rojo y los primeros rayos de luz en el horizonte que han ganado la batalla a la oscuridad de la noche.
Tras un impulso, repto por las sábanas, miro al pie de mi cama y no lo hallo. «¿Dónde está?». Me levanto envuelta en la sábana, que arranco del colchón, y tras inspeccionar el dormitorio, me dirijo al balcón. Me apoyo en la balaustrada y escucho el murmullo de la vida despertándose. No puede ser mucho más de las seis de la mañana. Hace un frío que pela y corta la piel, el vaho de mi respiración lo confirma en cada una de mis exhalaciones. En el dormitorio no hace frío, pero debe ser por la potente calefacción y la recién chimenea encendida. No obstante, el frío más gélido y polar merece la pena aguantarlo con tal de ver el paisaje desplegado ante mis ojos en primera fila.
Estoy enamorada,
Cuando no puedo escoger al hombre que amo.
Cuando mis días son negros y solitarios sin tu presencia.
Cuando la vida me sabe a tristeza y a vacío en tu lejanía.
Cuando soy incapaz de odiarte aunque lo deseo con vehemencia.
Cuando soy impotente ante el deseo, me entrego al anhelo y sacio mi sed.
Cuando quisiera no amarte.
Cuando olvidarte es olvidarme de mí misma.
—Eva Benavidez.
Conmocionada por el recite de uno de mis poemas preferidos, entro helada al dormitorio y vuelvo a mirar al pie de mi cama, pero no está, sigue sin estar. Ahora todo parece un sueño.
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HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)
RandomFernando, hermético, envuelto de poder, lujuria y el control absoluto de todo y todos, lucha por someter a Leticia a cada uno de sus caprichos a un mundo completamente desconocido de seducción y puro sexo... Un asesinato por resolver, misterios, si...