CAPÍTULO 42

6.9K 1K 98
                                    



¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Descorcho la botella y nos sentamos en el suelo al lado de la mesita baja sobre la alfombra, uno al frente del otro, con las piernas entrelazadas, las mías por encima. La botella de vino baja y baja, a la vez que mi sonrisa se ensancha con más intensidad.

—Me gustaría que dejaras el trabajo. Es peligroso —suelta directo.

Paraliza en seco una de mis sonrisas de felicidad.

—No, claro que no. Adoro mi trabajo. Arturo es un desgraciado, pero me va a tener que aguantar allí. Pienso pelear por el caso.

—Arturo es mucho más que un desgraciado, también es un abusador —dice complacido—. Pero, mi amor, no te lo digo por ese tipo, ese no vale nada, lo digo porque es peligroso para ti. Estás envuelta entre asesinos, psicópatas, personas sin escrúpulos que van a querer manipularte de mil maneras diferentes, incluso podrían atentar contra tu vida. Es peligroso. A partir de ahora no tienes necesidades económicas, al contrario, a mi lado lo vas a tener todo...

—No —niego escueta y rotunda. No es negociable.

—Quiero que lo pienses. Solo prométeme que al menos lo pensarás.

Un suspiro cargado de impotencia se me escapa.

—No, claro que no —insisto—. ¿Y Jazmín? —cuestiono incrédula.

—No me importa quién la mató —dictamina. Mi ceño se frunce con genuina indignación—. Me da igual que el caso quede impune. Te tengo a ti, y con eso me sobra el mundo. Si la vida se la llevó, será por algo. Además, no era feliz. Esté donde esté, lo es más que aquí.

Mi cuerpo se estremece ante su cambio de actitud. Era tanto su interés que ahora no entiendo su indiferencia.

—Mi trabajo es mi vida, Fernando —confieso con irritación—. El dinero es lo de menos. Para mí es papel sucio, no vale nada. Yo solo quiero sentirme útil y en paz. Desde pequeña me refugié en mis estudios con el sueño de que, de mayor, pudiera aportar un granito de arena para mejorar el mundo. Sin embargo, en estos momentos se ha convertido en algo mucho más personal y vital. Necesito realizar mi trabajo con éxito. Necesito demostrarme a mí misma que puedo hacerlo, porque hasta ahora no lo he conseguido, al contrario... —Trago con dolor y siento el escozor amenazando a mis ojos al instante.

—Solo llevas un año trabajando. No te corresponde a ti averiguar nada —concluye con tono firme y estudiado—. Tu trabajo es otro. Tu trabajo es psicoanalizar a los sospechosos y tratar de determinar cómo se cometen los delitos, y eso ya lo hiciste.

—También... —tomo una inspiración profunda para calmar mis constantes— prevenirlo, disminuir la criminalidad y estudiar al delincuente para crear nuevos patrones para evitar muertes. Además —suspiro—, fuiste tú quien insistió. Fue por ti que accedieron a asignarme el caso. Es por eso que ahora me lo quieren quitar, porque no estoy cualificada. —Endurezco mi voz—. La vida me ha brindado una oportunidad para aliviar mi profundo vacío y no voy a desperdiciarla. Quizás en los siguientes crímenes me limite a la investigación forense de los hechos y a psicoanalizar a los sospechosos únicamente. Pero la vida, tú, me ha puesto en este camino, en esta encrucijada que no pienso abandonar. Jazmín se lo merece, al igual que todas las personas merecen que el causante de esa muerte viva entre rejas porque son peligros en potencia para la sociedad. Voy a encontrarlo, Fernando, lo necesito. No voy a parar hasta averiguarlo. Lo necesito para ser completamente feliz. Y no pido que me entiendas, solo que me respetes.

—¿Por qué estás vacía? —Niego despacio. Una lágrima traicionera se desliza por mi mejilla—. ¿De dónde procede tu profundo vacío? —insiste suave.

—No puedo —susurro con la voz entrecortada.

Se levanta del suelo y extiende sus brazos hacia los míos. Me levanto con su ayuda. Me abraza con fuerza y posa su mejilla en mi hombro. Durante unos minutos no dice nada, solo me abraza con vehemencia, con su carita apoyada en mi hombro.

—Te amo —susurra en mi oído.

—Yo también te amo.

Se retira de mí y me mira a los ojos con dulzura.

—Quiero que apagues las luces y enciendas las velas —me pide con ternura.

Lo miro desconcertada, pero lo hago; saco mis cinco velas y las reparto por el salón, las enciendo y apago la luz.

—Quiero que bailes conmigo. —Sus ojos se dulcifican.

—No hay música —digo tímida.

—No importa.

Se acerca, coge mis muñecas y desliza mis brazos por su cuello, después sus manos rodean mi cintura y me pegan a su cuerpo, que comienza a moverse despacio en un lento baile.

Abrázame y no me digas nada, solo abrázame...

Escucho su melodiosa voz en un susurro despacio golpear mi oído.

Si tú te vas, ya nada será nuestro.

Tú te llevarás en un silo momento una eternidad. Me quedaré sin nada si tú te vas.

Canta para mí. Su voz es preciosa, suave y terriblemente sensual. Mis ojos se inundan y mis cuerdas vocales se anudan en mi garganta. Intento retirarme para mirarlo, quiero ver los espejos de su alma, pero me retiene y me aprieta más contra su pecho. Continúa marcando el ritmo suave de mis pasos y su voz sigue cantando la famosa canción de Abrázame interpretada por Ildivo.

Me basta tu mirada para comprender que tú te irás...

No quiero que te vayas, pero sé muy bien que tú te irás.

Lloro con más intensidad. Sé que nota mi respiración entrecortada en su pecho. Escucho su respiración luchando con su voz igual que yo lucho simplemente por respirar.

Abrázame...

Abrázame y no me digas nada, solo abrázame.

No quiero que te vayas, pero sé muy bien que tú te irás.

Deja de cantar y seguimos moviéndonos. Se mantiene echado en mi hombro; su nariz roza mi cuello y su respiración golpea mi piel. Sus brazos rodean mis costados y sus manos se aferran a mi espalda. Mis lágrimas se deslizan traicioneras en torrentes por mis mejillas.

—No me voy a ir de tu lado. —Me refiero a la letra de la canción.

—No lo sabes —musita—. Un día lo harás —añade con la voz impresa de un insondable dolor.

—Sí, el día que me muera.

No hacemos el amor, solo nos acostamos en silencio y nos abrazamos con posesión, más como si fuera una despedida que como el inicio de nuestro amor prometido en matrimonio. Miro mi anillo brillante en el dedo situado sobre la almohada. Todo me sabe tan raro. Hay tanta oscuridad, dolor y secretos en cada uno de sus actos que sé que no lo conozco, y me da miedo descubrirlo.     

HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora