Capítulo veintiuno

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Emma

Me quedé en el sofá, procesando las hirientes palabras de James. Sentía que nuestra conversación no había acabado, que él tenía más palabras para dirigirme, pero que no lo hacía para no llevar nuestra pelea a otro nivel. James se veía totalmente diferente cuando se molestaba de verdad, su rostro tranquilo cambiaba de inmediato y se convertía en uno de odio, sus puños se apretaban, su entrecejo se fruncía y su mandíbula se tensaba. Suspiré pesadamente, limpié mis lágrimas y caminé hasta mi habitación. De inmediato, tuve un ataque de rabia y comencé a quitar las sábanas y la frazada y las tiré con rabia a un costado. Me eché sobre el colchón y las lágrimas volvieron a inundar mis ojos.

Y pensar que la noche anterior tuve un encuentro perfecto con un chico... el chico que amaba. Pero fue un completo error y ahora me daba mucho más cuenta de ello. Debí hacerle caso a la voz que me advertía que tenía que alejarlo y aclararle las cosas a Aiden, pero fui tan tonta y me dejé llevar. ¿Todo para qué? ¿Para sentir placer carnal? Mis sentimientos hacia Aiden siempre fueron más que eso, más que el sexo, yo no quería ser con quien él se acostara para pasar un buen rato y luego ser olvidada y ver cómo él se iba a los brazos de su novia, porque James tenía mucha razón: Aiden terminaría en los brazos de Maika porque él simplemente no sabía lo que quería, daba vueltas y era poco claro. No quería comparar dolores, pero el mío claramente era más fuerte que el de Aiden. Él regresaba a su casa, probablemente pensando en seguir con ella y olvidarme a mí. No quería ser su juguete de una sola noche, me sentía usada, y a pesar de todo lo hermoso que se sintió estar con él, a pesar de ver esa sinceridad en sus ojos la noche de ayer, solo fue un momento. Aiden y yo jamás volveríamos a estar juntos, y ya era hora de que fuera haciéndome a la idea de ello.

Me aferré a la almohada y la presioné con fuerza, tenía mucha rabia dentro de mí y necesitaba romper algo para descargar toda esta energía negativa que traía en mi cuerpo. Mi cuerpo empezó a temblar y una presión en mi pecho se hizo presente, asustándome. El calor invadió mi cuerpo, empecé a sudar y mi corazón aumentó su ritmo, descontrolándose. De repente me sentía muy cansada. Sabía lo que me estaba pasando, estaba teniendo un ataque de ansiedad después de meses sin volver a tener uno. Y pensaba que estaba mejor... que todo eso iba a dejar de ocurrirme. Mis primeros ataques me dieron después de que Aiden me dejó y se fueron intensificando con los meses, pero a medida que mis sesiones con mi psicólogo empezaron a ayudarme, los ataques disminuyeron, hasta que ya no los tuve. Fue un proceso algo largo, pesado, pero que se fue cuando empecé a amarme a mí misma y ser más positiva. ¿Dónde había quedado mi progreso? Quería echarle la culpa a Aiden, todo empezó a ir mal en mi vida desde que volví a cruzármelo, aunque, sí, sé que la culpable he sido yo: me he dejado confundir, he permitido que me hirieran una y otra vez y he dejado que me pisotearan.

Me senté al borde la cama, respirando con dificultad. Presioné con fuerza el colchón, intentando calmarme, pero no lo lograba.

—¡James! —lo llamé, esperando que me escuchara.

No oí su puerta abrirse en ningún momento. Y claro, estaba enojado.

—¡James, necesito ayuda! —pedí, llorando, con una mano sosteniendo mi pecho.

Respira, Emma, respira. Cuenta hasta 10. Cuenta hasta 10.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro...

—¡James, necesito ayuda! —supliqué.

Supongo que James entendió la desesperación de mi voz y por eso vino a ayudarme, porque de no ser urgente, no habría dejado su orgullo de lado para ver qué es lo que quería. Oí pasos en el pasillo, y la puerta de mi cuarto se abrió al instante. James me observó desde su alta estatura, parado a un lado de la puerta, con su mano tomando el picaporte.

La profundidad de su mirada #D4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora