Capítulo veinticinco

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Emma

La última semana había estado enferma, pero como estaba preparándome para el examen final de la materia, no podía faltar a la universidad por más mal que me sintiera. Tenía a Aria o a Ashton para que me prestaran sus apuntes de las clases, pero no era lo mismo sentarme a estudiar yo sola que tener a mi profesora dándome las explicaciones. Últimamente sentía que todo lo que nos daban en la universidad estaba escrito en chino mandarín. La acumulación de estrés que tenía mi cuerpo era tan grande que me daban ganas de llorar por todo. Lo bueno de esto era que no había mucho tiempo para que yo pensara en Aiden, así que no podía quejarme del todo.

James estaba en una situación parecida a la mía, o peor, pues los exámenes finales de sus materias cuatrimestrales estaban a la vuelta de la esquina, y con esto me refería a que mañana él tenía que presentarse en la universidad y ser evaluado por tres profesores distintos. A mí por suerte me quedaba una semana y media para prepararme, aunque tenía muchas ganas de que esto terminara de una buena vez. Lástima que mamá no estaba conmigo, pues si la hubiera tenido a mi lado, viviendo en el mismo departamento que yo, todo habría sido más fácil para mí. Hablar por videollamada era muy complicado y molesto.

—Deberías ir a dormir, James, necesitas descansar. Llevas muchas horas ahí sentado, te hará mal —me levanté del sofá y me acerqué a él.

James se notaba preocupado. Era un chico listo, pero las materias simplemente eran muy complicadas y frustrantes. Su entrecejo estaba fruncido y su cuerpo todo tenso. Empecé a masajear sus hombros y eso pareció agradarle.

—No puedo, los exámenes serán en algunas horas. Debo seguir estudiando.

—Ya has estudiado demasiado y te sabes todo a la perfección, James —cerré su carpeta y sus libros.

James negó.

—No, ¿qué haces? Aún no sé todo.

—Sí, James, lo sabes bien. Estás cansado y mañana no recordarás nada si no duermes un poco.

James suspiró y se frotó la cara.

—Bien, tú ganas, iré a dormir —apoyó su espalda en el respaldar de la silla, soltando otro largo suspiro—. Tú necesitas descasar más que yo, te ves horrible, Emma —hizo una mueca de asco para molestarme. Entrecerré mis ojos—. Estás toda mocosa, báñate.

—Ya me he bañado. Y yo no tengo la culpa de estar enferma. ¡Que descanses! —alcé la voz mientras caminaba por el pasillo.

A la mañana siguiente, James me despertó más temprano, diciéndome que se iría a la biblioteca con sus amigos a repasar todo.

—¿Podrás ir tú sola a la universidad? —Posó su mano en mi frente con la intención de sentir si tenía fiebre o no.

Por lo mal que me sentía hoy, estaba segura de que sí tenía fiebre. Mi cuerpo dolía mucho, la gripe me había pegado bastante mal, al igual que el dolor de cabeza y los mareos.

—Sí, James —contesté sin ganas de nada.

—Emma, no creo que sea buena idea que salgas de la cama hoy, tienes fiebre.

—No es nada, con una pastilla se me pasará.

—Escucha, se me hace tarde, así que no puedo quedarme a discutir sobre esto contigo. Quédate en casa hoy, no salgas, hace algo de frío y no estás bien.

James besó mi cabeza y salió de mi cuarto.

—¡Suerte! —alcé la voz, pero creo que no me escuchó.

Dormí un rato más hasta que la alarma me despertó. Tomé algo caliente y una pastilla, esperando sentirme mejor, pero pasaban los minutos y seguía igual, muy mareada. Tomé mis cosas y salí del departamento, directo al ascensor. Para mi mala suerte, los ascensores se encontraban en reparación, por lo que tuve que ir por las escaleras, sintiendo mucho vértigo. El mareo no me ayudaba, me daban ganas de vomitar cada que bajaba un escalón. ¿Por qué rayos me mudé a un piso tan alto? Me sostuve de la baranda para no caer, pero fue inútil, terminé cayendo por las escaleras en un abrir y cerrar de ojos.

La profundidad de su mirada #D4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora