Capítulo cuatro

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Emma

En pocos minutos comenzaba mi vida universitaria. Para ser exactos, en parte, esa vida ya había comenzado, pero hoy iba a realmente sentir lo que se siente estar en una universidad. Me siento contesta por este nuevo mundo al que me adentraré, contenta por poder arrancar con eso que pospuse por uno tiempo por la depresión, pero también bastante nerviosa. Todo era muy nuevo. Pero había una parte pequeña (o grande) que aún se sentía mal por lo que ocurrió la otra noche en Wells.

James fue a atacar a Aiden en el baño para ver si se había puesto celoso al vernos juntos, algo que le dije que no hiciera pero hizo igual, y terminó escuchando palabras afiladas y venenosas por parte de Aiden, pero que James interpretó como un «sí, me dolió lo que vi». No estuve ahí presente oyendo eso, y qué bueno que no porque hubiera perdido mi dignidad llorando, así que no podía creer que esa interpretación de mi amigo fuera cierta, pero esa diminuta partecita mía empezaba a llenarse de esperanzas, las cuales fueron atacadas y apagadas en lo que restaba de esa noche: él no volvió a mirarme ni una sola vez. Sé que James lo amenazó para que dejara de observarme, pero por lo que llegué a conocer de Aiden, él no acataba órdenes de nadie, así que me daba a pensar que mirarme o no le daba iual.

Y vuelvo a sentirme estúpida por pensar en esto, le doy vueltas a algo que se suponía estaba superado, pero es que era muy difícil olvidarme de él después de todo, y el volver a verlo después de que se largara y verlo con otra eran golpes durísimos para mí. Además, mi estabilidad emocional desde que empecé a salir con Aiden no era la mejor de todas. A veces me acuerdo de cómo me comportaba antes de estar con él y echo de menos a esa Emma, siento que estos años sin estudiar pudieron ser muy diferentes si nunca me hubiese puesto en pareja con él. Creo que así todo hubiese sido mejor. Pero no. Me enamoré y caí rendida a sus pies, le entregué mi corazón, y él lo tomó para luego machacarlo sin importar nada.

Me vestí lo más rápido que pude y preparé mi maquillaje y me miré en el espejo. Siempre me dio verguenza usar colores fuertes en los labios o alguna sombra en los ojos, pero hoy esa pena se iba a ir. Hoy quería llegar a la universidad, hacer nuevos amigos, e ir maquillada como se me catara.

—Te queda bien ese labial —la voz de James se oyó a mis espaldas.

Lo miré a través del espejo. Estaba cruzado de brazos, sonriéndome. 

—Gracias. Voy a usar esto para ir a la universidad. Es un rojo mate.

—Lo noto.

—¿Ya estás listo?

—No. 

—¿Qué te falta?

—Las ganas de ir —respondió—. Tengo sueño —finalizó. 

Sonreí. 

—Yo también tengo sueño, pero bueno, no nos queda otra. Este es el horario. 

—Oye, me gusta que te maquilles como te gusta hacerlo. Sin importar cómo te vean los demás. Tal vez verlo la otra noche sirvió para que te empoderaras. 

Tal vez... Solo tal vez...

No contesté nada y esperé a que fuera a peinarse para poder irnos. Guardé mis cosas en mi bolso y tomé mi teléfono al oí una notificación. Era un recordatorio de que hoy tenía cita con el nuevo psicólogo. Estaba ansiosa por ello, necesitaba consejos para superar lo de la otra noche. Noche que, por cierto, fue tan mala que, al llegar, me metí en la cama a llorar. James fue tan amable de quedarse conmigo hasta quedarme dormida, y antes de ello me trajo helado de naranja y llamó a Kendall y Chad para que hablásemos por videollamada y así despejarme. Amaba a ese chico. Este valía la pena de verdad. 

La profundidad de su mirada #D4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora