Capítulo sesenta y tres

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Emma

Me sorprendía lo rápido que transcurrieron los días desde que regresé a Nueva York. Tenía la leve impresión (para no decir que estaba segura) de que sentí que los días transcurrirían lentos por el peso emocional de la decisión que tomé. Todavía no sabía si era bueno o malo que el tiempo pasara volando. Lo que sí sabía es que yo aún lo extrañaba y tenía ganas de tenerlo cerca.

Transcurrió un mes desde que me marché y aún dolía como el primer día, pero al menos la universidad me ayudaba a tapar ese dolor que mi pecho insistía en tener. Tal vez no nos ayudaba estar todos los días en contacto, pero ambos compartíamos la idea de que no queríamos perder el contacto. No queríamos volver a repetir la historia de alejarnos y ya no volver a saber nada del otro.

Tengo que admitir que fue complicado acostumbrarme a la nueva realidad que creamos. De hecho, no estaba segura de que me sintiera acostumbrada. ¿A quién quiero mentir? Me sentía incómoda. Es que era extraño. Yo sabía que esto iba a pasar, sabía que me iba a sentir así y él también, pero allí seguíamos sin soltarnos la mano por completo.

Estuve acostumbrada a llamarlo de diferentes manera románticas, me acostumbré a poder tratarlo como mi novio y ahora me estaba acostumbrando a tratarlo como a un amigo. Es el peso de la decisión que tomé. Aún seguía creyendo que fue lo correcto, pero el proceso no estaba siendo fácil.

—Así que estás estudiando mucho estos días... Asegúrate de cuidarte. No dejes que el estudio te supere —pidió Aiden. Minutos antes decidimos hacer una llamada antes de que me fuera a la cama. Él quería contarme acerca de sus exámenes, así que propuso que nos llamáramos. Dudé por un momento, pero acepté la idea.

Era fin de semana y yo planeaba dormirme temprano justamente para que mi mente descansara.

—Así es. Iniciaré el psicólogo la próxima semana. Es un psicólogo de la universidad. Dicen que es muy bueno, así que he decidido ir a verlo.

—¿Sientes que necesitas ir a un psicólogo? —Sé que su pregunta escondía otras detrás de ella.

¿Es por nosotros, Emma? ¿Estás bien?

—Creo que me hará bien para ayudarme a llevar este nuevo proceso que estoy atravesando.

—Oh, me alegra que tomes tu salud mental seriamente.

—Es importante para mí —sonreí.

Oí voces del otro lado de la línea. Creí que él estaba solo.

—¿Estás con tus hermanos? —pregunté.

—No, estoy con unas personas. Un grupo de estudiantes que ha llegado de intercambio. Iremos a bailar dentro de un rato.

—Ah... ¿Has hecho nuevos amigos?

—Sí, eso creo. Tengo que irme. Me están llamando.

—Diviértete —sonreí.

—Adiós, Emma. Cuídate.

Corté la llamada. Dejé el teléfono sobre la mesa de noche y me acosté en mi cama.

Sé que no estaba bien, pero no pude detener los pensamientos. Fueron automáticos. Aiden iba a salir a bailar esta noche y era probable que algo pasara entre él y alguna chica que conociera.

Era estúpido que me pasara esto. Yo no tenía el derecho de sentirme así. No después de mis decisiones.

Mamá golpeó la puerta de mi habitación. Supe que era ella por su manera de tocar. La dejé que pasara.

—¿Te vas a dormir? —preguntó mirándome meterme en la cama.

—Sí, estoy un poco cansada. Prefiero descansar. Mañana tengo mucho para estudiar y no quiero atrasarme porque me volveré más loca de lo que estoy. Además, no quiero pensar en nada ahora misma o también me volveré loca —mi tono de voz demostró frustración.

La profundidad de su mirada #D4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora