Emma
Aiden y yo tuvimos una hermosa relación de años. Desde que pudimos ser pareja sin las trabas de nuestra familia, fui realmente feliz con él. Pero el tiempo comenzó a cambiar para nosotros. El tiempo empezó a ser un impedimento para vernos. La universidad nos consumía demasiado tiempo y casi no teníamos tiempo para vernos. Por un momento tuvimos la idea de vivir juntos, pero yo no me sentía lista para dar un paso tan grande como mudarme con él.
Mis exámenes en la universidad comenzaron a decaer. Mis notas no eran las mejores y no me sentía orgullosa de mí misma. A Aiden le ocurría lo mismo que a mí. Por lo tanto, ambos teníamos que centrarnos en nuestros estudios para poder terminar adecuadamente el semestre. Ninguno de los dos quería recurar las asignaturas. Estábamos demasiado agotados para pensar en nuestra relación. Pero, a pesar del cansacio, aún pensábamos en nosotros. Aún pensábamos en la falta de tiempo que teníamos para la pareja y nos entristecía.
Nuestras propias frustraciones trajeron complicaciones a nuestra relación. Me di cuenta de que comenzamos a tener peleas estúpidas todo el tiempo. No vernos dificultaba todo. No podíamos permitirnos vernos más de dos horas en la semana. A veces iba a dormir a su casa, pero no hablábamos. Solo dormíamos.
Mis padres me propusieron trabajar en la empresa de la familia. Tenían un lugar perfecto para mí allí y querían que lo tomara. Mis estudios podían seguir en una universidad de mi ciudad natal. Mis padres me aseguraron que podían hablar con la universidad para realizar la transferencia. Yo tenía muchas ganas de regresar a mi ciudad.
James se marchó hace un año a una universidad de Nueva York porque cambió de carrera. Kendall y Chad vivían en una hermosa casa y estudiaban juntos la misma carrera. Mi familia entera estaba allí. Extrañaba demasiado mi hogar. En California me sentía estancada. Pero no podía irme simplemente y dejarlo. Yo no quería dejar a Aiden porque lo amaba con todo mi corazón. Sin embargo, Aiden y yo nos estábamos haciendo daño con nuestra peleas estúpidas. A veces, era difícil ponernos de acuerdo. Desde hace meses dejamos de entendernos como antes.
Aiden no era solo mi novio, también era mi mejor amigo. Y temía que nuestra amistad se echara a perder por nuestro noviazgo. Mi relación con él era importante, pero estaba cansada. No de él, sino de no poder entendernos. No me hacía bien.
—Hola, Emma —Aiden me respondió mi llamada.
—Hola. ¿Cómo estás? Te estoy esperando, cariño. Quedamos en ver una película esta noche. ¿Recuerdas? Aparté dos horas para nosotros.
Aiden se quedó en silencio.
—¿Qué pasa? ¿Lo olvidaste? —elevé las cejas. Oí música y personas hablando—. ¿Sigues en la biblioteca?
—No, mis amigos me invitaron a beber algo. Lo siento, amor. Pensé que nuestro encuentro sería dentro de dos días. Estoy con la mente en otro mundo. Perdóname —se disculpó—. Chicos, lo siento, tengo que irme —le habló a sus amigos.
Oí que ellos se quejaron.
—¡Hace tiempo que no salimos juntos! Casi no tienes tiempo para tus amigos, Aiden —dijo uno de ellos.
Me sentí mal. Entendía que él estuviese abrumado, tenía mil cosas en las que pensar, pero aún así me sentí decepcionada. Lo echaba mucho de menos.
—Olvidé que tenía otro plan importante —contestó Aiden.
—¡No te vayas, amigo! ¡Quédate! Nunca sales con nosotros —reclamó uno de ellos.
Supongo que era incómodo para Aiden. Sus amigos lo presionaban para que se quedara. No quise arruinarle la noche a Aiden. Él también tenía derecho de ver a sus amigos. Hace tiempo que no se reunían a beber algo. Tal vez le venía bien a él.
ESTÁS LEYENDO
La profundidad de su mirada #D4
RomansaDespués de tanto llorar había conseguido la tranquilidad y la paz mental que necesitaba, pero todo terminó en la basura la noche en la que lo volví a ver. copyright 2020. PROHIBIDA LA COPIA Y/O ADAPTACIÓN DE LA HISTORIA. DE LO CONTRARIO DENUNCIARÉ.