Capítulo cuarenta y siete

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Aiden

No encontraba la manera de hacer que mi madre entendiera que Emma era más que la simple chica que ella imaginaba. Por más que buscara la forma en mi mente, no llegaba a ninguna idea convincente. Ella no vio todo lo que Emma y yo pasamos, lo hermoso que tuvimos, la cantidad de veces que esa chica fue mi pilar, mi sostén, la mano que me sostenía cuando estaba a punto de caer sobre el precipicio. Me molestaba, pero tampoco podía culparla, pues era obvio que hablaba desde el punto del dolor, del miedo a que esta situación entre sus hijos continuara. También, porque ante sus ojos, Emma fue la muchacha que le rompió el corazón a su hijo, por eso, aunque mamá me dijera que no se ponía del lado de Ashton, ni del mío, sabía que apoyaba más a Ashton. Lo comprendía porque, más allá de que mamá me amara, yo no era su hijo de sangre, y Ashton sí.

Tampoco quería hacerme la víctima pensando en esto, porque sabía que no era la víctima aquí. Yo hice mal las cosas desde el primer momento por mi falta de madurez, por dejarme controlar por el miedo, por la relación en la que estuve y por mi contante indecisión. Si pudiera regresar el tiempo, lo haría, así podría tener la oportunidad de mejorar mis acciones, de tomar las decisiones correctas y admitir que amaba a Emma, antes de que Ashton se fijara en ella. Todo en este momento sería distinto.

—Siento que hablas de ella como si fuese una persona cualquiera.

—Para mí, lo es. Ella no es nadie en comparación con mis hijos. Ella ha arruinado tu relación con tu hermano.

Eso me molestó.

Sentí impotencia.

—No —fui directo—. No puedo permitir que le eches toda la culpa a ella, sabiendo que yo también he metido la pata. Es injusto para Emma. Ella jamás quiso hacerle daño a Ashton y yo tampoco.

—No puedo empatizar con ella. La verdad, por más simpática que me pareció cuando la conocí, ella no es la gran cosa, Aiden. ¿En serio vas a seguir con ella sabiendo lo que está causándoles a ti y a Ashton?

La impotencia fue en aumento.

—No puedo creer que estés insinuando que debo terminar con ella.

—Es lo mejor que puedes hacer. ¿O ella te importa más que tu hermano?

—Los dos me importan de la misma manera. Los dos significan grandes cosas para mí.

—Quisiera entender, pero no puedo.

—Claro que no puedes, porque no quieres entender, porque estás enojada y no ves lo que te digo. No recuerdas las maravillas que te he contado sobre ella cuando llegué aquí a casa ese día. Si no fuera por Emma, yo habría muerto, no quería seguir más con mi vida. Y si no fuera por ella, habría muerto desangrado la noche en que me apuñalaron. Emma estuvo ahí para mí cuando no tuve a nadie, cuando los únicos que me apreciaban, eran Nick y Cassie, dos pequeños de los que tenía que hacerme cargo porque mi mamá no lo hacía. Emma me quiso, me amó, me apoyó y me cuidó cuando nadie en mi vida lo había hecho.

—Y estoy increíblemente agradecida con Emma por eso, pero eso no significa que tú le debas algo.

—No siento que le deba algo. Estoy con ella porque la amo cada día más, no porque sienta que debo pagarle con amor.

Mamá me observó con pena y rabia a la vez. Sabía que, si ella tuviera el poder de hacerlo, me obligaría a dejar a Emma.

—No sé qué más decirte. No puedo pensar diferente cuando tengo a mi hijo triste en su habitación. Tú eres feliz, pero él no, le rompieron el corazón.

—Mamá... —la voz de Ashton hizo que mamá y yo volteáramos la mirada hacia la entrada de la cocina.

Allí estaba mi hermano, con su ropa de dormir, parado en el umbral de la puerta, observándonos. Sentí una presión de nervios en el estómago. Era la primera vez que veía a mi hermano en días.

La profundidad de su mirada #D4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora