Capítulo treinta y uno

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Emma

El fin de semana decidí escapar de Los Ángeles y regresar a Nueva York, junto a James, a visitar a nuestras familias y olvidarnos por un momento que éramos universitarios estresados y con pocas horas de sueño las últimas semanas. El propósito del viaje era no pensar en la tarea y pasarla bien hasta que el domingo llegara y tuviésemos que tomar un vuelvo a esa ciudad, que, la verdad, me trajo bastantes malas pasadas y no precisamente era mi ciudad favorita en los últimos tiempos.

Cuando llegué a casa, James ya no estaba conmigo, se desvió en el camino para ir a su casa, y yo seguí derecho hacia la mía. Mamá y papá estaban muy contentos de tenerme en casa, no nos habíamos visto durante un tiempo, y entendí lo sola que me sentía cuando ellos me abrazaron a la misma vez. Estar tan alejados durante meses no había pasado nunca antes, siempre fuimos muy cercanos todo el tiempo, pero cuando me marché algunas situaciones cambiaron. Se sentía raro estar en mi casa otra vez, rodeada de los muebles de siempre, de esa fragancia a limón que mamá echaba por toda la casa, de esos cuadros con esas fotografías icónicas que nos tomamos, de mi yo de antes.

Katherine estaba alta, estos meses había pegado un estirón, y mi hermano, quien debía estar en la universidad pero que al final decidió tomarse un año sabático como yo, parecía mucho más alto de lo que recordaba, e incluso tenía músculos. Abracé a mis hermanos, contenta, y ellos me recibieron de la misma manera.

—No ha sido lo mismo desde que te marchaste —dijo Jackson—. Me alegra que hayas vuelto al menos este fin de semana, casi no hemos hablado este tiempo.

—La universidad no es nada fácil. Prácticamente mi día a día es pensar en libros, números, exámenes y en tirarme del balcón de mi departamento. Todavía no hago lo último, pero probablemente lo haga cuando tenga los finales.

—¿Me trajiste algo de Los Ángeles? —me preguntó Kat, mirándome con ojos de perrito.

Menos mal me acordé de comprarle algo antes de venir, de lo contrario los berrinches aparecerían.

—Claro que sí, está en mi maletas gris, ve a buscarla —le señalé, viéndola correr hasta la entrada, donde dejé mis pertenencias.

Mamá me dijo que prepararían una cena el sábado en la noche, con toda la familia, para celebrar que mi regreso, y también como forma de despedida, ya que al otro día tenía que partir nuevamente. Me emocionaba mucho ver a mis abuelos y tíos, sobre todo a Kendall, con quien me vería después de la cena, en su casa. ¿Por qué elegí una universidad en California si en Nueva York hay tantas buenas? Cómo se notaba a dónde pertenecía...

Cuando terminamos de cenar, Kat se levantó de la mesa y se fue a jugar, mientras que Jackson, papá y mamá se quedaron en la mesa, esperando a que les dijera lo que tenía que decirles: Ashton. No sabía cómo soltarles el tema de mi nuevo noviazgo con él, ya sabemos por qué. Papá esperaba atento, al igual que mamá, quien tenía recostada su cabeza en el hombro de mi padre. Jackson simplemente me miraba preguntándose por qué me quedaba callada.

—Bueno... tengo que decirles algo importante.

—Emma, llevas diciendo eso desde la última media hora —el tono de Jackson fue de irritación.

—Estoy saliendo con un chico.

Por la mirada de papá, casi le da un infarto.

Pero no es algo por lo que él no haya pasado antes, cuando empecé a salir con Aiden. Así que algo de experiencia tenía en el tema.

—Con Ashton —continué, y la sonrisa de mamá se desvaneció un poco, y las cejas de papá se elevaron.

Ellos ya sabían que iba a la universidad, desgraciadamente, con el hermano de Aiden. También sabían que yo salí con Ashton un par de veces, pero siempre dije que era como amigos, nada romántico. Ya podía imaginarme las cosas que pasaban por la mente de mis padres.

La profundidad de su mirada #D4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora