Emma
Es muy fácil romperme y muy difícil armarme. Aiden hacía eso conmigo y no entendía por qué. ¿Para qué? Me besaba de la manera más inesperada del mundo y desestabilizaba todo mi mundo, como la primera vez. Mi estabilidad temblaba con su presencia, pero con su beso, mi estabilidad dejaba de existir, y no podía sentirme más estúpida por ello.
Sabía que lo correcto era decirle que no, que no volviera a hacerlo nunca más en su vida, pero su boca seguía acoplando perfectamente a la mía, como antes. Me sentía como si estuviera dando mi primer beso otra vez, como si lo que pasó jamás hubiera pasado, como si estuviéramos en mi habitación y no en la suya, como si el tiempo se detuviera y siguiésemos amándonos sanamente. Me daba cuenta de que esto era una excusa mía, un por qué para no alejarlo, porque yo sabía que podía empujarlo y alejarlo, pero no quería. Simplemente no quería. Y esto iba a hacerme mucho daño.
Aiden parecía no querer dejarme escapar. Me tenía firmemente arrinconada contra la pared, con su cuerpo pegado al mío, con una mano sobre mi cintura y una mano tomando mi mejilla. El calor era impresionante, me quedaba sin aire, sin fuerzas. Mis piernas y brazos flaqueaban mucho, me di cuento de ello cuando le permití a mis manos tocar su espalda. Dejarme llevar me hacía ver débil. Odiaba serlo, odiaba no poder tener la suficiente convicción y no caer en la tentación como lo estaba haciendo. ¿Por qué no podía tener la fuerza de voluntad suficiente para no permitir este tipo de cosas? Una sesión por semana con el psicólogo no sería suficiente después de este día.
Quería seguir besándolo, pero también tenía muchas ganas de llorar por las sensaciones fuertes que el beso me traía. Literal y desafortunadamente, me daban ganas de que Aiden me recostara sobre su cama y me quitara la ropa. Su boca tenía un sabor exquisito y adictivo, más que antes. Su mano abandonó mi cintura para rozar mi brazo derecho con las yemas de sus dedos. Me daba muchas cosquillas y aumentaba mi ritmo cardiaco y el calor de mi cuerpo. El viaje de su mano terminó debajo de mi remera, sobre la piel de mi cintura. Aiden quería matarme.
Cuando se separó de mi boca, su frente chocó contra la mía y cerró sus ojos, soltando un suspiro. Su mano seguía sobre mi mejilla. Un simple contacto de piel con piel sí que llegaba a doler. Su toque quemaba y dolía como nunca. Me arrepentí completamente de lo que había pasado, a partir de esta noche volvería a llorar por los rincones y yo bien lo sabía. Estúpido Aiden. Estúpida yo.
—¿Qué ganas con esto? —fue lo primero que se me ocurrió preguntar.
Aiden abrió los ojos, me acarició la mejilla, y se separó de mí. Dio un par de pasos hacia atrás y se dio la vuelta, claramente pensativo. No me respondió.
—¿Por qué, Aiden? ¿Para qué? ¿Qué ganas con esto? —insistí, con un nudo en la garganta.
—No lo sé —respondió simplemente. Y yo, como una tonta, me sentí decepcionada, porque esperaba que él me dijera que lo hizo porque me amaba y seguía enamorado de mí. Dios, qué estúpida.
—Te gusta jugar con los sentimientos de las personas —afirmé, con lágrimas en los ojos. Las limpié para que él no las viera al darse la vuelta.
Volteó a verme. Sus ojos sobre los míos también quemaban y dolían como el carajo. No se suponía que nosotros íbamos a terminar así.
—No pretendo jugar con tus sentimientos. Ni siquiera yo comprendo los míos.
—Eso solo hace que me confundas más.
—Y lo siento por eso.
—¿Lo sientes? Suena como si te importara un carajo lo que acaba de pasar. ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué me besaste? —fruncí las cejas.
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La profundidad de su mirada #D4
RomanceDespués de tanto llorar había conseguido la tranquilidad y la paz mental que necesitaba, pero todo terminó en la basura la noche en la que lo volví a ver. copyright 2020. PROHIBIDA LA COPIA Y/O ADAPTACIÓN DE LA HISTORIA. DE LO CONTRARIO DENUNCIARÉ.