Capítulo sesenta y cuatro

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Aiden

Emma aceptó que habláramos por teléfono. Estuve esperándola con el celular en manos hasta me llamó.

—Hola, Emma —saludé.

—Hola, Aiden. —Sentí alivio al escuchar su voz. Noté que no estaba enérgica, pero intenté ignorarlo. De hecho, desde que hemos terminado, su voz ha sido así. Supongo que era hora que me fuera acostumbrando, pero era complicado.

—¿Cómo estás? —me preguntó antes de que yo lo hiciera.

—¿Tú cómo estás? —invertí la pregunta.

—Estoy bien. ¿Y tú? ¿Me parece a mó o has evitado la pregunta?

—Sí, bueno... Es que no sé por dónde empezar. Estoy un poco abrumado hoy.

—¿La universidad?

—No, ese no es un problema comparado con lo que me he enterado hoy. Estoy muy incómodo, para serte sincero. Enojado, triste y me siento impotente.

—¿Quieres hablar de ello?

Sí, sí que quería hablar de ello para descargarme. Pero noté lo diferente que se sentía todo entre nosotros y tomé un momento para responder. En el pasado, ella habría estado a mi lado, o frente a mí, abrazándome y dándome su apoyo. La distancia se notaba tanto en estos momentos. Era tan triste ver los cambios que la vida dio.

—Es sobre mi abuela, Emma. Ella no está bien. Se ha enfermado —confesé.

—¿Qué dices? ¿Enferma?

—Sí, lo supe hoy. Todavía no lo puedo creer. Estoy asustado.

—Pero ¿qué es lo que tiene? —se preocupó. Sé que mi Emma siempre quiso mucho a mi abuela y, a pesar de que ya no estábamos juntos, aún le seguía importando.

Me costaba responderle.

—Tiene cáncer, Emma —dejé que las palabras escaparan de mis labios.

Sentí un nudo en mi garganta. No iba a llorar, pero estaba angustiado.

—No puedo creer lo que me estás contando, Aiden.

—Yo tampoco.

—Aiden, no estás solo, ¿de acuerdo? Llámame siempre que me necesites. No quiero que atravieses esto solo. Ni tú ni tu familia. ¿Qué estás haciendo ahora? ¿Quieres ver una película? ¿Quieres que hacer una videollamada? Necesitas distraerte un poco —habló muy rápido. Emma era así siempre que intentaba ayudar. Eso no cambió en ella. Era un rasgo muy marcado de su personalidad.

No tenía ganas de ver una películas. Pero una videollamada... me haría verla. Y sí tenía ganas de verla, por más que el corazón se me acelerara al punto de querer salirse de mi pecho.

—Una videollamada me gustaría, si es no es molesta.

—Claro que no lo es.

Emma presionó el botón de videollada y me llegó la solicitud. La acepté nervioso.

Es la primera vez en meses que volveríamos a hablar de "frente".

El rostro de Emma apareció en mi pantalla. Verla detuvo mi respiración. ¿Cómo le explicaba a mi corazón lo mucho que amaba a Emma pero que ya no podíamos tenerla como antes? Pasaron meses y mi corazón aún no podía comprenderlo. Se aferraba a la idea del amor que tuvimos en el pasado. Aún guardaba dentro de él la mínima esperanza de que todo volviera a ser como antes.

Emma se veía realmente hermosa. Su cabello estaba corto y vestía ropa cómoda y holagada. Sentí un pinchazo en mi corazón. Supongo que me sentía demasiado sensible porque se me llenó la mente de recuerdos.

La profundidad de su mirada #D4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora