Capítulo tres

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Lean la letra de la canción, es muy hermosa y va a la perfección con la perspectiva de Emma y Aiden.

Aiden

—¿Tu hermano tiene turno en el restaurante o hoy no le toca trabajar? —preguntó Maika, posando su mano en mi pierna como todas las veces que íbamos en auto.

—Hoy le tocó temprano, pero ya debe estar por salir. Creo que en una hora sale.

—Tu hermano está muy solo. Debería buscarse una novia, no le haría mal para cambiar sus malas costumbres.

—No quiere nada con nadie, me lo ha dicho —respondí—. Saltará de chica en chica cuando sale de fiesta los fines de semana, pero por lo menos no está metido en cosas como alcohol o drogas —dije, doblando en la esquina. Sentí la mirada de Maika, sabía en lo que estaba pensando, pero no me dijo nada más.

Dejé el auto en el estacionamiento y esperé a que Maika bajara del auto para ir hacia la entrada. La tomé de la mano, besé sus labios efímeramente y la llevé hasta la puerta principal, donde un chico de aspecto cansado nos recibía con una sonrisa también cansada. Me recordaba a mí cuando trabaja en el supermercado. Malos recuerdos.

—¿Tienes reservación?

—Sí —contesté—. Me apellido Roy.

—Mesa catorce. ¿Necesitan que los acompañe?

—No, ya hemos venido antes. Gracias.

Llevé a Maika hasta la mesa indicada tomándola de la mano. Me tomé el atrevimiento de correr su silla para que tomara asiento. Me senté frente a ella viéndola sonreír.

—Tú siempre tan caballeroso.

—Intento enamorarte todo el tiempo para que no te canses de mí y te vayas con alguien más apuesto —acaricié su mano.

Se rio.

—Sabes muy bien que yo no te haría eso.

—No te creo. Algún día te vas a cansar.

—No. Tú te cansarás primero —dijo, mirándome con esos grandes ojos.

—¿Quieres competir?

—Adoro la competencia —respondió.

—Si tú te cansas primero, yo gano, y yo me canso primero, tú ganas. De mi parte será un juego infinito. No me cansaré —aseguré.

Negó.

—No, querido, no te creas. No me gusta perder. Y... ¿te gustaría quedarte esta noche en mi casa? —me observó de manera intensa y juguetona. Puse atención—. Mamá y papá no estarán... ¿Qué te parece? —se mordió el labio de manera seductora.

—No te muerdas el labio de esa forma o...

—¿O qué?

—O te llevaré hasta el estacionamiento, te meteré en el auto y te lo empezaré a hacer —advertí.

—Mhh —gimoteó—. Me encanta que te comportes así.

Maika empezó a hablarme del regreso a la universidad, de cuán asustada estaba por los nuevos desafíos que su carrera le impondría para alcanzar el título, y luego siguió contándome sobre lo que opinaba acerca de los novios de sus amigas. Le presté atención a cada una de sus palabras hasta que algo me hizo mover un poco la cabeza hasta encontrarme con los ojos avellana que tan penetrantes me resultaban. La sonrisa que tenía se borró.

Mi corazón se detuvo, o yo dejé de sentirlo por lo enloquecido que estaba. Mi mente se llenó de analepsis fuertes, por lo que quise levantarme de la mesa, tomar a Maika para largarnos de ahí. Emma me miraba fijamente, pensativa, y quise saber qué era lo que rondaba por su mente. Seguramente me insultaba por el daño que la causé. Seguramente me estaba odiando y deseando miles de cosas malas. Verla traía mi mundo abajo, estaba a tan pocos metros de mí que el Aiden del pasado quería apoderarse del actual y caminar hacia Emma para explicarle todo, pedirle nuevamente perdón y darle un abrazo. Verla significaba ganas: ganas de hacer todo con ella.

La profundidad de su mirada #D4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora